domingo, 7 de noviembre de 2010

Hola Medellín. Inicio de "Los Romanceros"

Como se acostumbraba en esa época, los músicos acordaron con el capitán que no les cobrara  pasaje, a cambio de cantarles a los pasajeros en el recorrido. Actuaban dos veces al día, al almuerzo y a la comida. En los tres días que duró el viaje hasta Puerto Berrío, conocieron a varios de los pasajeros. Por casualidad, en ese mismo buque viajaba Oswaldo Suárez quien, como ya vimos, había sido novio de una hermana de la esposa de Alberto, y mencionamos también la disputa que se  había presentado entre ellos dos. En el viaje no se dirigieron la palabra. Oswaldo venía a Medellín como comerciante, traía en un baúl bien asegurado con candado, toda su mercancía, y los demás pasajeros lo veían sentado día y noche sobre su valioso cargamento. Con los años, la relación entre Alberto y Oswaldo se fue suavizando; y muchos años más tarde, éste último visitó a Alberto en su casa.

Algunos de los pasajeros del buque  eran tahúres. Uno de éstos, un antioqueño a quien apodaban frijolito, tan pequeñito  era, al notar que Alberto estaba con la garganta muy irritada por el trajín de los tres días seguidos cantando, le recomendó en Puerto Berrío, que se bajaran allí, y que no siguieran para Bogotá. Decía él, que esa ciudad tan fría le iba a acabar de dañar la garganta. Aceptaron el consejo. Tomaron el tren de carbón para Medellín, entraron al túnel de La Quiebra, lo atravesaron,  salieron de él  todos tiznados, y continuaron hacia la Capital de la Montaña. Tras  pocas horas de viaje, llegó el trío del pomposo nombre, Los Caballeros de la Noche, a la estación Medellín, en el sector llamado Guayaquil. En ese mes de marzo de 1945, se abría otra puerta para Alberto González y sus compañeros de trío. Empezaba una nueva vida. Ya  nunca más dejarían esta ciudad.

En ese tiempo existía el hotel Savoy situado en toda la Plazuela Uribe Uribe. Hasta allí llegó Alberto con sus dos compañeros. Él tenía muchas esperanzas de que ahora sí pudiera dedicarse a la música como profesión. Pero, sobrevino otra frustración más. Maldonado y Córdoba, casi desde el primer día, lo dejaron solo en el hotel, mientras ellos se iban a trabajar con el músico cartagenero Gustavo Fortich. Se estaba cumpliendo la profecía del maestro Roberto de Moya. A Fortich lo habían conocido en Barranquilla, y  ahora se lo encontraron en Medellín. Él hizo parte del famoso dueto Fortich y Valencia, que alcanzó renombre con interpretaciones como “El camino del café”, composición de J. Monsalve, Marfil. Fortich había tenido que venirse solo desde Barranquilla, por problemas que tuvo allí con una jovencita. Como él estaba sin compañeros, buscó otros músicos para  hacer sus presentaciones. Por eso, la llegada a Medellín de Maldonado y Córdoba, le cayó como anillo al dedo.

Ya habían pasado quince días desde  su arribo, y nada que le daban a Alberto la oportunidad de trabajar. El dinero se le había agotado, y  no tenía ni siquiera para comer. Cuando Maldonado y Córdoba aparecían por el hotel, le decían a él, que se estuviera allí tranquilo, que él era la estrella del trío, que confiara  en ellos. Córdoba seguía incurriendo en sus locuras de siempre. Desde que llegó al hotel, acostumbraba hacer sus necesidades, tanto líquidas como sólidas, en un balde que mantenía en su habitación. Cuando llegaba en la mañana la viejita encargada del aseo, él le mandaba imperiosamente, que  sacara esas cosas y las botara. Este era un motivo más para el disgusto constante que mantenía con Maldonado, ya que el ecuatoriano lo regañaba por esa extraña y nauseabunda costumbre que había adquirido.

Alberto empezó entonces a buscar con quién trabajar. Existía en esos días en Medellín, la orquesta de Gil Díaz que interpretaba porros y también boleros. Se  presentaba  en el club Unión y en el Hotel Nutibara. Cuando el director escuchó a Alberto, le dijo que lo necesitaba para cantante de porros; ya tenía un intérprete caleño como bolerista. De esta manera, Alberto hizo unas tres presentaciones con la orquesta, y pudo recoger algún dinero para mandarle a su esposa que estaba en Barranquilla esperando el nacimiento de su primer hijo. A mediados de septiembre, Alberto viajó a esa ciudad para acompañar a su esposa en ese feliz acontecimiento. Nuevamente estaba en Medellín a finales del mismo mes. Pero ya había perdido la oportunidad de continuar con la orquesta de Gil Díaz. Al irse para Barranquilla había sido reemplazado por otro cantante. Nunca como esa vez, fue tan cierto el  dicho “El que se fue para Barranquilla, perdió su silla”. Alberto estaba, una vez más, sin trabajo. Y ya no sólo tenía esposa, sino también un hijo.

En ese momento apareció Jorge Valle. Ya se mencionó que él había llegado de Cartagena, en 1944 con el Trío Armónico los Romanceros. Uno de sus compañeros, Eduardo Fernández que hacía la primera voz, regresó a su tierra, y Jorge estaba buscando un reemplazo. Jorge Valle había escuchado cantar alguna vez a Alberto en Barranquilla y supo que ahora estaba aquí, abandonado por sus compañeros. Acudió a buscarle, y le ofreció hacer parte de su trío. Parecía que iba a haber problema con la voz de Alberto. El Trío Armónico los Romanceros tenía voces delgaditas y no muy fuertes,  como eran las de Fernández y Romero. Cuando Alberto hizo su primer ensayo con Jorge Valle, éste notó que el nuevo cantante tenía una voz que, sin ser muy potente en esa época, de todos modos era muy fuerte comparada con la de Fernández, a quien iba a reemplazar. Jorge supo así desde el principio, que el nuevo trío iba a ser muy diferente del anterior. Alberto aceptó la oferta de Jorge, y de paso le sugirió que acortaran el nombre del conjunto. Propuso que se llamara simplemente, Trío Los Romanceros, y Jorge asintió. En ese momento nació este trío, que a partir de entonces, y durante treinta y seis años, hizo historia en Medellín. Era octubre de 1945.

Y, ¿que se hicieron los otros dos integrantes de Los Caballeros de la Noche? Hernán Córdoba se enfureció con Jorge porque, según él, les había arrebatado el cantante del trío. Llegó incluso a desafiarlo a pelear a los puños; él estaba acostumbrado a esa forma de “arreglar” sus problemas. Jorge  insistía en que ellos dos habían hecho muy mal al abandonar a Alberto durante tanto tiempo. El otro músico, Manuel Maldonado permaneció en la ciudad haciendo parte de varios duetos y tríos, hasta el fin de su carrera artística. Curiosamente, Hernán Córdoba y Manuel Maldonado se unieron a principios de los años cincuentas con Luis E. Pabón, para conformar el Trío Antioquia. Permanecieron juntos muy poco tiempo. Algunos años más tarde, en 1957, Pabón entró a formar parte de Los Romanceros.

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