domingo, 27 de julio de 2014

QUE LAS HAY, LAS HAY


En el año 1951 existía en la Voz de Antioquia una radionovela titulada “Frutos de mi tierra”. Se basaba en la novela costumbrista con el mismo nombre del gran escritor antioqueño Tomás Carrasquilla. El periodista Ignacio Isaza hacía los libretos. Allí se presentaban regularmente Los Romanceros. Todos los días interpretaban en vivo la introducción del programa y además en una especie de intermedio que tenía la radionovela, el trío tocaba otras dos piezas. Algunas veces a Alberto González le tocó silbar, simulando el canto de los pájaros, que se suponía llenaban ese ambiente campesino.

Con la fama del programa  “Frutos de mi tierra” a cuestas, el trío viajó en una ocasión  con Ignacio Isaza al municipio de Titiribí, en compañía del humorista Guillermo Zuluaga, Montecristo. Tenían contrato para presentarse en el teatro de la población. Antes de seguir con la historia debe mencionarse que meses antes, una noche en que el trío actuaba en el club Campestre, les ofrecieron licor a los músicos. Al pasarle el vaso a Esnoraldo Gil, que era en ese momento el tercer componente del trío, éste lo rechazó diciendo que él no tomaba trago. El mesero le preguntó: “ah, ¿usted es abstemio?” Y con la ingenuidad más grande el músico le respondió, no, yo soy Esnoraldo.
Parece un chiste, pero no lo fue. “El que cuenta esto es uno que lo vio, y dice la verdad; él sabe que dice la verdad, para que ustedes también crean” (Juan 19.35)

Bueno, ahora sí regresemos al viaje a Titiribí. Un vecino de Alberto González, Don Vidal Posada que conocía bien ese pueblo, apenas oyó que el trío iba para allá le dijo a Alberto que tuviera mucho cuidado con las brujas, porque en Titiribí sí que abundaban. Luego de la exitosa presentación en el teatro pueblerino salieron Los Romanceros un rato por las calles a conocer el ambiente. Había varias muchachas interesadas en acercarse a ellos, con cierto fin non santo. Tal vez, pensando que sus queridas esposas estaban en Medellín confiando en ellos, los tres romanceros se fueron derechito al hotel a descansar de tanto trajín como habían tenido.

Estaban ya acostados los músicos cuando de pronto Alberto se queja de una fuerte opresión en el pecho y abdomen; lo tranquilizaron sus dos compañeros diciéndole que como se había tomado unos tragos, estaba sintiéndose algo raro. Al poco tiempo sucede lo mismo con Jorge Valle. Una fuerte opresión como si alguien estuviera encima de él. Esnoraldo les dice, que como Jorge también tenía sus tragos le estaba pasando lo mismo que a Alberto. Remató Esnoraldo afirmando, que como él no tomó, porque nunca tomaba, ya vimos que era abstemio, a él no le iba a pasar nada de eso. Y he aquí,  que sucedió algo realmente extraño. Esnoraldo empezó a sentir la misma opresión que sus compañeros, alguien estaba encima de él. Y esta vez no valía el argumento etílico para explicar ese fenómeno tan anormal. En ese momento a Alberto se le vinieron a la mente las palabras de Don Vidal sobre las brujas de Titiribí, y recordó a las muchachas que estuvieron detrás de ellos, para estar “encima de ellos”.


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