miércoles, 15 de julio de 2015

DONDE SE MENCIONA A LOS ROMANCEROS EN LA WEB- BOLEROS

BOLERO, LERO, LERO
Nacido en la voz de un juglar cubano de Santiago, donde todos los habitantes anclan en la trova, oído de sinsonte, el bolero latinoamericano viene de Pepe Sánchez, como bien lo enseñó Hernán Restrepo. La fecha pudo ser alrededor de 1896 para luego meterse en las ciudades y crecer hasta desplazar al tango en la década de transición 1940-1950. El Trío Matamoros tomó algunos boleros para su repertorio. Siguieron las voces de Elena Burke, Rita Montaner o de aquel caminante olvidado que se llamó Gilberto Urquiza. Cumbres en la composición: Lecuona, Gonzalo Roig o Portillo de la Luz. Los mexicanos lo expandieron por América Latina y le pusieron un alto toque femenino. Corría el tiempo de la radio y los discos que les dieron un vuelco a las veladas fatigosas de las familias congregadas alrededor del comedor y los rosarios.
Nacido en la voz de un juglar cubano de Santiago, donde todos los habitantes anclan en la trova, oído de sinsonte, el bolero latinoamericano viene de Pepe Sánchez, como bien lo enseñó Hernán Restrepo. La fecha pudo ser alrededor de 1896 para luego meterse en las ciudades y crecer hasta desplazar al tango en la década de transición 1940-1950. El Trío Matamoros tomó algunos boleros para su repertorio. Siguieron las voces de Elena Burke, Rita Montaner o de aquel caminante olvidado que se llamó Gilberto Urquiza. Cumbres en la composición: Lecuona, Gonzalo Roig o Portillo de la Luz. Los mexicanos lo expandieron por América Latina y le pusieron un alto toque femenino. Corría el tiempo de la radio y los discos que les dieron un vuelco a las veladas fatigosas de las familias congregadas alrededor del comedor y los rosarios.
Durante muchos años, el bolero anduvo de la mano con orquestas donde los instrumentos eran de verdad y no electrónicos, orquestas de músicos y no de instrumentos virtualizados. Con esas orquestas cantaron Toña La Negra, Olga Gillot, Elvira Ríos, María Luisa Landín y la desgajada voz de María Victoria, exuberante, sensual. También lo hicieron Pedro Vargas, Beny Moré y Fernando Fernández. Hasta un bolero ranchero se coló en el cine y aparece Pedro Infante. Sería Agustín Lara el más reconocido compositor, intérprete original de boleros sentidos. Sin embargo, los tríos inmortalizaron el bolero al incorporarlo a la serenata. Quién no guarda en su recuerdo las voces de Los Panchos, Los Diamantes, Los Tres Reyes y el legendario punteo del requinto? El Trío San Juan de Puerto Rico, donde brillaron los compositores Rafael Hernández o el cuarteto de Pedro Flores. Con razón musical allí surgieron Daniel Santos, Charlie Figueroa, Tito Rodríguez. Y el Trío Vegabajeño.
El bolero inundó toda la cuenca caribe y se fue hasta el sur. En Argentina descubriría a Leo Marini. En Brasil a Miltinho y Aldemar Dutra. En Venezuela, Sadel y Eduardo Lanz. Julio Jaramillo del Ecuador nos haría suspirar. Colombia, con la calidad de Matilde Díaz en Te busco, y Fantasía Tropical de Lucho Bermúdez. Rafael Mejía, recién desaparecido, produjo Mientras me quiera tú. Carlos Julio Ramírez dejó en alto distintos boleros y el Trío Los Romanceros prendió en las ventanas muchos pentagramas. Evocación, de Edmundo Arias, sigue dándole al corazón en la voz de Carlos Arturo.
Pero, qué es el bolero que después de más de cien años sigue persiguiéndonos en nombre de las agonías del amor? Su territorio cobija los apasionados besos, la colegiala que camina, la despedida del amante que parte, olvido, celos y desamor. El bolero incursiona en los escenarios de los afectos, de los cariños turbulentos o simples. No lo encontraremos nunca en las canchas de fútbol, ni en las historia del cafetín, ni en el abrazo de los amigos y las patotas. El bolero es el rey del corazón henchido, del susurro al oído que baila en una baldosa. Es el sentimiento prendido de una guitarra arisca en una noche trasparente. Está hecho de dulce y de hiel, de versitos de maní, de quédate amor mío que es domingo y llueve en la madrugada.
La decadencia popular del bolero después de los sesenta tiene explicación en dos fenómenos. En primer lugar, la llegada de la canción social, fruto de un entorno político de la izquierda radical, que negaba la música nacional y la literatura por tener ideología burguesa y que explotaron económicamente cancionistas como Mercedes Sosa, Ana y Jaime, Víctor Jara, Violeta Parra, Piero. Y el segundo es la invasión de la música norteamericana, particularmente el rock, mediante los circuitos comerciales de las firmas transnacionales del disco. Ambos fenómenos, de signo políticamente contrario, enterraron el bolero. Entierro concurrente con el bambuco, el tango, el vals peruano y los demás hermanos latinos.
No hay posibilidad de resurrección. Lo que se oye por ahí es la balada, desvaída y casi arrítmica, triste despojo de lo que algún día fue. Brindemos con agua fresca por bongoes, maracas, requinto y los pechos invulnerables a la silicona de la mestiza María Victoria.
Publicación eltiempo.com
Fecha de publicación 14 de septiembre de 2003
Autor Jaime Jaramillo Panesso


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