BOLERO, LERO,
LERO
Nacido
en la voz de un juglar cubano de Santiago, donde todos los habitantes anclan en
la trova, oído de sinsonte, el bolero latinoamericano viene de Pepe Sánchez,
como bien lo enseñó Hernán Restrepo. La fecha pudo ser alrededor de 1896 para
luego meterse en las ciudades y crecer hasta desplazar al tango en la década de
transición 1940-1950. El Trío Matamoros tomó algunos boleros para su
repertorio. Siguieron las voces de Elena Burke, Rita Montaner o de aquel
caminante olvidado que se llamó Gilberto Urquiza. Cumbres en la composición:
Lecuona, Gonzalo Roig o Portillo de la Luz. Los mexicanos lo expandieron por
América Latina y le pusieron un alto toque femenino. Corría el tiempo de la
radio y los discos que les dieron un vuelco a las veladas fatigosas de las
familias congregadas alrededor del comedor y los rosarios.
Nacido en la voz de un juglar cubano
de Santiago, donde todos los habitantes anclan en la trova, oído de sinsonte,
el bolero latinoamericano viene de Pepe Sánchez, como bien lo enseñó Hernán
Restrepo. La fecha pudo ser alrededor de 1896 para luego meterse en las
ciudades y crecer hasta desplazar al tango en la década de transición
1940-1950. El Trío Matamoros tomó algunos boleros para su repertorio. Siguieron
las voces de Elena Burke, Rita Montaner o de aquel caminante olvidado que se
llamó Gilberto Urquiza. Cumbres en la composición: Lecuona, Gonzalo Roig o
Portillo de la Luz. Los mexicanos lo expandieron por América Latina y le
pusieron un alto toque femenino. Corría el tiempo de la radio y los discos que
les dieron un vuelco a las veladas fatigosas de las familias congregadas
alrededor del comedor y los rosarios.
Durante muchos años, el bolero anduvo
de la mano con orquestas donde los instrumentos eran de verdad y no
electrónicos, orquestas de músicos y no de instrumentos virtualizados. Con esas
orquestas cantaron Toña La Negra, Olga Gillot, Elvira Ríos, María Luisa Landín
y la desgajada voz de María Victoria, exuberante, sensual. También lo hicieron
Pedro Vargas, Beny Moré y Fernando Fernández. Hasta un bolero ranchero se coló
en el cine y aparece Pedro Infante. Sería Agustín Lara el más reconocido
compositor, intérprete original de boleros sentidos. Sin embargo, los tríos
inmortalizaron el bolero al incorporarlo a la serenata. Quién no guarda en su
recuerdo las voces de Los Panchos, Los Diamantes, Los Tres Reyes y el
legendario punteo del requinto? El Trío San Juan de Puerto Rico, donde
brillaron los compositores Rafael Hernández o el cuarteto de Pedro Flores. Con
razón musical allí surgieron Daniel Santos, Charlie Figueroa, Tito Rodríguez. Y
el Trío Vegabajeño.
El bolero inundó toda la cuenca
caribe y se fue hasta el sur. En Argentina descubriría a Leo Marini. En Brasil
a Miltinho y Aldemar Dutra. En Venezuela, Sadel y Eduardo Lanz. Julio Jaramillo
del Ecuador nos haría suspirar. Colombia, con la calidad de Matilde Díaz en Te
busco, y Fantasía Tropical de Lucho Bermúdez. Rafael Mejía, recién
desaparecido, produjo Mientras me quiera tú. Carlos Julio Ramírez dejó en alto
distintos boleros y el Trío Los Romanceros prendió en las ventanas muchos
pentagramas. Evocación, de Edmundo Arias, sigue dándole al corazón en la voz de
Carlos Arturo.
Pero, qué es el bolero que después de
más de cien años sigue persiguiéndonos en nombre de las agonías del amor? Su
territorio cobija los apasionados besos, la colegiala que camina, la despedida
del amante que parte, olvido, celos y desamor. El bolero incursiona en los
escenarios de los afectos, de los cariños turbulentos o simples. No lo
encontraremos nunca en las canchas de fútbol, ni en las historia del cafetín,
ni en el abrazo de los amigos y las patotas. El bolero es el rey del corazón
henchido, del susurro al oído que baila en una baldosa. Es el sentimiento
prendido de una guitarra arisca en una noche trasparente. Está hecho de dulce y
de hiel, de versitos de maní, de quédate amor mío que es domingo y llueve en la
madrugada.
La decadencia popular del bolero
después de los sesenta tiene explicación en dos fenómenos. En primer lugar, la
llegada de la canción social, fruto de un entorno político de la izquierda
radical, que negaba la música nacional y la literatura por tener ideología
burguesa y que explotaron económicamente cancionistas como Mercedes Sosa, Ana y
Jaime, Víctor Jara, Violeta Parra, Piero. Y el segundo es la invasión de la
música norteamericana, particularmente el rock, mediante los circuitos
comerciales de las firmas transnacionales del disco. Ambos fenómenos, de signo
políticamente contrario, enterraron el bolero. Entierro concurrente con el
bambuco, el tango, el vals peruano y los demás hermanos latinos.
No hay posibilidad de resurrección.
Lo que se oye por ahí es la balada, desvaída y casi arrítmica, triste despojo
de lo que algún día fue. Brindemos con agua fresca por bongoes, maracas,
requinto y los pechos invulnerables a la silicona de la mestiza María Victoria.
Publicación eltiempo.com
Fecha de
publicación 14 de septiembre de 2003
Autor Jaime
Jaramillo Panesso
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