Andrés
Huesca nació en el puerto mejicano de
Veracruz en 1917.
Desde finales de los años treinta, y hasta su muerte en 1957,
fue reconocido como el mejor intérprete del
llamado son jarocho. Este ritmo nació como una mezcla de algunas músicas
del sur de España y de ciertas cadencias afro mestizas que se habían
desarrollado en la costa atlántica mejicana.
Para ilustrar de una vez cómo es el son jarocho, no es sino recordar
esa famosísima canción titulada “La bamba” y que empieza así:
Para
bailar la bamba/ para bailar la bamba/ se necesita/ una poco de gracia/
una poco de gracia/ y otra cosita/…
Bueno,
este es un típico son jarocho. Fue tan grande el auge que llegó a tener Andrés Huesca que su conjunto, llamado
“Andrés Huesca y sus costeños”, tenía dos agrupaciones con el mismo nombre que se dedicaban a cumplir
con los diferentes compromisos que surgían. Además, con su conjunto participó
en unas seis películas de largometraje, entre ellas la célebre “Allá en el
Rancho Grande”, filmada en 1936. Para mostrar la categoría que alcanzó este
músico mejicano, basta mencionar que en un álbum publicado recientemente, en la
lista de las cuarenta canciones incluidas en él, aparecen dos de sus canciones,
al lado de las de otros intérpretes como
Tito Guizar, Genaro Salinas, Miguel Aceves Mejía, José Alfredo Jiménez, El
Mariachi Vargas, Jorge Negrete, Luis
Aguilar y Pedro Vargas.
En
el año de 1951 Andrés Huesca y sus costeños se presentaron en el club Unión de
Medellín; ese mismo día actuaron también Los Romanceros. Huesca y Jorge Valle
se habían conocido hacía más de diez años en Ciudad de Méjico. Ahora que se
reencontraban en Medellín, los dos músicos se saludaron muy efusivamente. Luego
de las presentaciones de esa noche el músico mejicano le propuso abiertamente a
Jorge que se fuera con él para Méjico. Pero Jorge ya estaba muy convencido de
que no sólo su presente, sino también su futuro estaban en Medellín.
Ya en otra ocasión le habían ofrecido a Jorge
Valle la oportunidad de regresar a Méjico. En abril del año 1950, llegó a la
casa de Alberto González, situada en la llamada “Plazuela Elis”, en el barrio
La Mansión de Medellín, el músico Marco Aurelio Candia que había trabajado en
otra época en Méjico. Llegó preguntando por Jorge Valle, que era vecino de
Alberto en el mismo barrio. Candia le contó a Alberto que había conocido a
Jorge en Méjico actuando con el trío Calaveras y que tenía muy buenas
referencias de lo que estaba haciendo el trío Los Romanceros en Medellín.
Fueron a hablar con Jorge Valle, y Candia les propuso a Jorge y Alberto que se
unieran a él y se fueran para Méjico. La respuesta de Jorge, fue la misma que
le daría un año después a Andrés Huesca: “En Medellín estamos muy bien; aquí
nos quedamos”.
Bueno,
volviendo a la presentación de “Huesca y sus costeños” en el club Unión, esa
noche el músico mejicano quería tomarse unos tragos de tequila. Como no lo tenían en ese momento, Jorge le recomendó que
probara el aguardiente antioqueño. Huesca casi despectivamente, le contestó que
él estaba acostumbrado a los licores fuertes como el tequila de su país. Jorge
insistió en el aguardiente, y cuando finalmente Huesca lo probó, tomándose un
trago doble, por poco no puede hablar de
lo cortada que tenía la respiración. Lo único que logró decir casi sin aliento
fue, “Está muy bueeeno”.
Del
encuentro de esa noche en el club Unión queda una fotografía; en ella aparecen
Los Romanceros en compañía del conjunto de Andrés Huesca. Jorge Valle y
Esnoraldo Gil, dos de los componentes del trío llevan vestido gris, mientras
que Alberto está con uno azul oscuro. Él cantante, por un descuido, se equivocó
de uniforme y llevó otro en lugar del gris que iba a utilizar el trío en esa
actuación. Obviamente cuando llegó al club
desentonó con el traje de sus dos compañeros. Jorge Valle, que era el director
del trío le llamó la atención por esa falta. ”En el trío había mucha
disciplina”, comenta al cabo de los años, Alberto.
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