viernes, 27 de junio de 2014

DOCTOR JORGE HENAO POSADA

El Doctor Jorge Henao Posada  fue un reconocido médico obstetra en Medellín, que ejerció su profesión desde mediados de la década de los años cuarentas, hasta finales de los sesentas. Trajo tantos niños al mundo que casi sin exagerar se podría decir que, literalmente medio Medellín nació en sus manos. Vivía con su esposa Isabel y sus hijos en una casa muy cerca al Parque de Bolívar en la carrera Venezuela, y tenían además una finca de recreo en El Poblado, llamada “Chabela”, en honor a su señora. Fueron muchas las ocasiones en que el Trío los Romanceros animó las fiestas que celebraba el Doctor Henao Posada en su finca. En esas reuniones casi se transformaba, y se convertía en lo que se llama un mamagallista.

 En cierta ocasión luego de un viaje que  hizo al Japón, les anunció secretamente a algunos de los invitados a una de sus fiestas, que había conseguido en ese país un líquido que delataba la presencia de orina en una piscina, porque tornaba roja el agua en la que alguien hubiera vaciado su vejiga. Eso lo hacía él, les explicó calladamente, porque había gente que en otras ocasiones se había estaba orinando allí, y quería resolver de una vez por todas ese “problemita”. Cuando algunos de los invitados que desconocían lo del líquido japonés, iban a empezar a entrar a la piscina, el Doctor Henao echó disimuladamente un poco de esa sustancia en el sitio donde se iban a meter. La primera que entró fue una respetable y hermosa invitada que muy tranquilamente empezó a remojarse. Al poco tiempo empezó a tornarse roja el agua alrededor de la dama. Los que conocían el significado de esa  mancha colorada empezaron a murmurar la imprudencia que había cometido la invitada. Cuando llegó hasta los oídos de ella misma, no se puede expresar su vergüenza  y el revuelo causado entre el resto de los asistentes. En ese momento el Doctor Henao Posada lanzó una sonora carcajada, y todos se dieron cuenta de que lo del químico delator, no era más que otra de sus pesadas bromas. La dama era completamente inocente. Como  dice Alberto González, en las fiestas, “El cabezón”, así llamaban cariñosamente al médico, tomaba el pelo, tomaba aguardiente y comía chicharrón.


La canción que nunca podía faltar en aquellas reuniones del Doctor Henao, era el graciosísimo corrido “Ay, chabela”, que estuvo de moda en los años cincuentas interpretado por Antonio Aguilar.  Él la pedía permanentemente al trío, en honor a su esposa Isabel.

LOS HERMANOS MORA DE LA HOZ

Jesús Mora fue un típico comerciante antioqueño, de esos que sin ningún problema abandonan su tierra buscando otros lugares donde puedan hacer buenos negocios. Don Jesús, así lo llamaba todo el mundo, viajó muy joven a Barranquilla y allí, vendiendo todo tipo de artículos de cacharrería, se hizo a un importante capital. Contrajo matrimonio con una dama barranquillera, y luego de vivir allí durante bastantes años, regresó a Medellín. Don Jesús Mora y sus  hijos formaban en la década de los cincuentas una familia muy emprendedora. Habían fundado en 1951 la firma Landers-Mora que, entre otras cosas, fabricaba las célebres ollas a presión de esa marca, y las máquinas de moler, o molino manual, utilizado especialmente para moler el maíz con que se hacían las arepas en los hogares antioqueños. También eran dueños los Moras de varios almacenes de electrodomésticos llamados Casa Mora y además, tenían la distribución en Medellín de varias prestigiosas marcas de automóviles a través de la firma Mora Hermanos.

Alfonso Mora de la Hoz, realizó un viaje a Europa en 1951. Llegó muy animado, con una canción francesa que estaba causando furor en el viejo continente. Se trataba de “La vie en rose”, esto es, “La vida en rosa”. La creadora de la letra era  Edith Piaf, pero la música era tan especial, tan pegajosa, tan típicamente francesa, que desde esos años se asocia casi inconscientemente  la vida bohemia parisina con esa melodía. Esa pieza dio la vuelta al mundo. Es de los éxitos internacionales más grandes en toda la historia de la música popular. Don Alfonso Mora le entregó el disco a los Romanceros, para que ellos lo adaptaran y se lo tocaran a él en las reuniones que acostumbraba hacer. Jorge Valle, en una radiolita ponía una y otra vez aquel disco, transcribiendo la música al pentagrama. El mismo Alfonso Mora logró que alguien hiciera la traducción de la letra al castellano.
En todas las reuniones en clubes y fincas, siempre les pedían esa canción. Como muchos no sabían el nombre verdadero de la pieza, la llamaban “La canción que le trajo Alfonso a Los Romanceros”.

Don Alfredo Mora de la Hoz, el mono como familiarmente se le conocía, contrató a finales de los años cincuentas a Los Romanceros, para que le animaran una reunión íntima que iba a celebrar con una amiga, una cantante argentina  de nombre Mary. Sucedió que, coincidencialmente para el mismo día y a la misma hora, Don Jesús Mora, padre de Alfredo, tenía un evento de mucha importancia con los altos empleados de su empresa y quería que el trío estuviera presente. En ese dilema, el conjunto cedió a los deseos y razones de Don Jesús, a pesar de que le habían dado la palabra primero a su hijo Alfredo. El asunto es que, ante el incumplimiento de Los Romanceros, Alfredo Mora montó en cólera, y a pesar del buen trato que siempre había dispensado a Alberto González, empezó a insultarlo y a amenazarlo. Llegó hasta el punto de quitarse la chaqueta para irse a los golpes con él. Toda esa indignación se debía a que su amiga y él habían permanecido toda la noche esperando la llegada de los músicos. Alberto lo único que pudo hacer fue reconocer la falta en que habían incurrido, dándole la razón en todo al señor Mora de la Hoz. Poco tiempo después toda la situación se normalizó y Alfredo Mora volvió a ser esa buena persona que siempre había sido con los integrantes del conjunto. Por allá en 1961 Alberto necesitó pagar una cirugía de las amígdalas que le hicieron a su esposa Silvia. Como en ese momento no tenía dinero, Alfredo Mora se lo prestó. Cuando varios días después Alberto fue a pagarle la deuda, el señor Mora  le dijo que eso no había sido un préstamo, sino un regalo para la salud de Silvia.

Alfredo Mora tocaba muy bien las maracas tanto que  Alberto González dice que sin ninguna duda, “el mono” las tocaba mucho mejor que él mismo. En una ocasión, Alberto le regaló a Alfredo uno de sus pares de maracas.  Eran de cuero, todas blancas y con un rico y lleno sonido.

Desde que Jorge Valle y Alberto González llegaron a Medellín, escuchaban de parte de  sus clientes muchas historias sobre los sitios a los que acostumbraban ir a disfrutar un rato, tomándose unos traguitos rodeados de ciertas compañías femeninas. Los hermanos Mora de la Hoz, contribuían a aumentar esa curiosidad con las anécdotas que frecuentemente les narraban. Hoy en día hablar de Lovaina, por ejemplo, es sinónimo de drogadicción, enfermedades, degradación humana, y prostitución de toda clase. A mediados del siglo pasado, la situación allí era muy diferente. Aunque nunca, en ninguna parte del mundo, ha dejado de ofrecerse o exhibirse el cuerpo a cambio de dinero, en ese entonces, cuentan los que vivieron esa época, ir a un sitio como Lovaina, era algo más seguro y hasta diríamos, más distinguido. Allí acudían profesionales y hombres de cierta clase social a tomarse unos tragos costosos y pasar un rato acompañados de amigos y de señoras dedicadas a ese oficio.

Marta Pintuco, Ana Molina, La Rumbos eran algunas de las orgullosas propietarias de esos sitios. Eran tan renombrados aquellos ambientes en el Medellín de esos años, que el mismo Fernando Botero  tiene un maravilloso cuadro llamado “La casa de Marta Pintuco”.


Aguijoneados por las historias de sus clientes, Alberto y Jorge fueron cierta noche a la casa   de Ana Molina en Lovaina.  Jorge Valle siempre se caracterizó por su buen genio, su tranquilidad y maneras educadas. Estando allí tomándose unos tragos, empezó a rondarlos un homosexual, que se llamaba a sí mismo Albertina. Le conversaba especialmente a Jorge, y con mucha maña se le acercaba cada vez más, allí en la mesa a la que estaban sentados. Pensaba Albertina, que la amabilidad de Jorge se debía a que tenía una preferencia especial con ella, perdón, con  él. Hubo un momento en que literalmente se le arrojó con el fin de abrazarlo. Y hasta aquí llegó la historia, porque corriendo como nunca lo había hecho en su vida, Jorge Valle salió como bala de cañón, y detrás de él Albertina gritándole una y otra vez, que lo quería mucho, que no lo abandonara. El romancero no dejó de correr hasta que mirando para atrás, dejó de distinguir ya a su empecinado admirador. Alberto, más tranquilamente, también salió corriendo detrás de Jorge, y cuando finalmente ambos se reencontraron, Jorge en medio de su sorpresa  no dejaba de proferir insultos a Albertina, por las  intenciones que había mostrado.

VIAJE A LA ETERNIDAD

En esta misma época, a finales del año 1956, los Romanceros fueron contratados por el gobierno militar para hacer un viaje a la Base Aérea de Palanquero, con el fin de amenizar un encuentro de generales de todo el país. A su regreso, el trío vino en un avión militar. Cuando estaban acercándose a la ciudad de Medellín, uno de los tripulantes empezó a darles instrucciones sobre lo que deberían hacer en caso de que se presentara una emergencia. Les indicó dónde estaban los paracaídas, y les señaló un botón rojo que permitiría abrir la puerta del avión para que pudieran lanzarse, si la situación se volvía muy crítica. A los pocos minutos el avión empezó a realizar unos muy extraños movimientos y volteretas. Con seguridad que algo le estaba fallando. Abajo en la ciudad, algunas personas entre ellas Silvia la esposa de Alberto, pensaron que ese avión iba a venirse a tierra, porque volaba y sobrevolaba haciendo sus raras maromas y acrobacias, sin decidirse a tomar pista. No hay ni que mencionar el pavor que experimentaron los integrantes del conjunto. Cuando finalmente aterrizó el aparato, los tripulantes no podían contenerse de la risa, por la pesada broma que le habían jugado a los músicos.


Pero la dama de la túnica negra, la que siempre lleva a la espalda su instrumento, la única inmortal de los mortales, también deseaba participar en el juego de los sustos, y preparaba su propia chanza a los  joviales tripulantes… una broma bien macabra. Pocos días después, el mismo aeroplano de las piruetas, fracasó en una de ellas, y al desplomarse, esta vez sí de verdad, murieron todos los que en él viajaban. Pero la broma de la esquelética señora no había terminado aún. Dos meses después,  en enero de 1957, moriría en otro accidente de aviación militar, el Gobernador de Antioquia  General Gustavo Sierra Ochoa.

LOS HERMANOS M Y UNA ESTRELLA ESTRELLADA


A mediados de los años cincuentas los hermanos Alfonso y Javier Arriola del Valle,   junto con otros industriales y comerciantes de la ciudad, compraron el equipo de fútbol Medellín FC, y le cambiaron el nombre por el que desde entonces tiene es decir, Deportivo Independiente Medellín. En 1954 contrataron al jugador argentino José Manuel quien a pesar de su veteranía, era todavía lo que se llama un crack. Hay quienes consideran que José Manuel ha sido uno de los mejores jugadores en la historia del fútbol mundial. Con este jugador el equipo ganó el campeonato colombiano durante los años 1955 y 1957. Era extraordinaria la admiración que se sentía en la ciudad por el Medellín. Otro jugador estrella de esa época era, el también argentino, Pedro Roque Retamozo. Fue un hombre admirado no sólo por los fanáticos sino también, y muy especialmente, por las damas medellinenses.

Los dueños del hotel más prestigioso de la ciudad  Jaime y Jairo M, tenían una hermana que se hizo bastante amiga de Retamozo. Ellos eran socios del club Unión, y un cierto día la señorita M contrató a Los Romanceros para que fueran a amenizarle el encuentro que iba a tener allí con el jugador argentino. En efecto, el trío actuó esa tarde varias horas. Los días pasaban y la dama, nada que les pagaba. Alberto González fue quien se encargó siempre de la parte económica de Los Romanceros. Él  acordaba con los clientes el costo de sus presentaciones y después iba a cobrarles. Insistió Alberto varias veces a la joven para que le reconociera los honorarios al trío. Ella no lo hizo. Retamozo se enteró de lo que estaba sucediendo. Se encontraron cierto día el futbolista y Alberto González, y aquel en un tono de cierta superioridad, le dijo, poniendo desafiante su mano derecha abierta en el pecho del cantante, que cómo se le ocurría cobrarle a su amiga. Que uno no les cobra a los amigos, sino que todo lo debe hacer por amistad. Alberto le respondió: “Yo no soy amigo de la señorita M, y tampoco de usted; sólo nos conocemos por asuntos de trabajo”. Y para rematar, Alberto le preguntó que si en el Medellín él jugaba por amistad con los dueños del equipo, o les cobraba algo. Pocos días después les llegó el pago acordado.

A Jairo M., no le gustaba mucho relacionarse con las mujeres. En cierta ocasión estaba el trío presentándose en el club Unión. Cuando el licor empezó a hacer efecto, Jairo se fue desinhibiendo y se puso a bailar muy efusivo al frente de Enrique Aguilar, quien en ese entonces era el tercer integrante del trío, como tratando de mostrársele y llamarle la atención, todo coqueto.  Enrique, con su lenguaje costeño tan abierto y sincero, sólo atinó a decir: “Miedda, se alborotó esta loca”. Algunos años más tarde Jairo fue encontrado ahorcado en su propio hotel, luego de una “reunión” que sostuvo allí con varios jóvenes.

En otra oportunidad en 1957, estaban Los Romanceros amenizando una tertulia en la que se encontraban Oscar E., de Medias Pepalfa, y otros dos señores, acompañados los tres de sus respectivas esposas. Ya terminando la velada el traguito empezó a hacer mella en los caballeros y ellos se fueron durmiendo en la mesa que ocupaban. Las damas también tomaban licor, pero no llegaron a dormirse sino que, curiosamente a las tres les dio por empezar a enamorar a los tres músicos. La cosa estaba pasando de castaño a oscuro, y cuando ya era inminente la embestida final, Jorge Valle tomando de afán su guitarra le dijo a Alberto, “Compa, vámonos” y los tres salieron apresuradamente. Alberto González dice que por fortuna en ese entonces estaban con Copete, porque  si hubiera sido con Enrique Aguilar, éste se habría quedado.




Los hermanos Uribe y ¡tantas locuras de juventud!

Jaime Uribe, de los Almacenes Valher, contrató un día a Los Romanceros para que fueran a tocar a su finca en El Poblado. Él mismo los llevó en su carro. Como éste era bastante amplio, adelante iba él con su madre y una de sus hermanas, mientras que en la parte de atrás, se acomodó el trío. Desde que salieron de Medellín iban a altísima velocidad, y  Jaime trataba de aumentarla cada vez más. Cuando llegaron a la finca, lo primero que hizo él fue tocar los puestos donde habían estado sentadas su madre y hermana. “Vee, no logré que se mearan estas dos viejas”, fue el comentario burlón que hizo. Es que  Jaime Uribe era algo alocado como se dice. Cierta noche apostó a que, por una botella de whisky, era capaz de darle desnudo una vuelta  al Parque de Bolívar. En efecto logró darla, perseguido por el celador que hacía repetidos disparos al aire.

No todo  pasado fue tan romántico como se le observa  luego de muchos años. En ciertos casos a Los Romanceros le tocó vivir situaciones realmente difíciles e incómodas desde el punto de vista moral. Así en una ocasión, Jaime que era el  “loco” de los hermanos, invitó a un grupo selecto de sus amigos con sus respectivas esposas a una “reunioncita” en su finca en El Poblado. Cuando llegaron los distinguidos convidados, Jaime cerró con llave todas las puertas de la casa. A continuación, y ante el estupor de todos, salieron de una habitación varias prostitutas, con sus trajes y adornos de trabajo. Los Romanceros estuvieron allí actuando ese día, y observaban la situación tan embarazosa que se vivió  con la presencia de dos grupos tan diferentes de asistentes. A pesar de las protestas de los invitados, especialmente de las damas, Jaime Uribe nada que abría las puertas; sólo cuando ya había disfrutado lo suficiente, aceptó, “liberar a los cautivos”.

Otra vez, Jaime Uribe contactó a Los Romanceros para que fueran a trabajar a su finca. Empezó diciéndoles que  iba a pagarles el doble de lo que siempre acostumbraba. Eso sí, les puso como condición  que se presentaran completamente desnudos, porque era una fiesta en la que todos, invitados, músicos y sirvientes, tenían que estar desvestidos. Obviamente el trío no aceptó “despojarse de sus vestiduras”, pero parece que de todos modos la fiesta sí se realizó. Quién sabe qué conjunto aceptó trabajar  “a calzón quitao”.

Cierto día Los Romanceros animaban una reunión en una finca en El Poblado, que no era la de los Uribe, que tenía todas las apariencias de ser un evento absolutamente normal. Los asistentes estaban congregados en torno a sus mesas, tomando licor, comiendo pasantes, y conversando animadamente, mientras escuchaban la música del trío que iba recorriendo las diferentes mesas. De repente se apagaron todas las luces. Los asistentes, hombres y mujeres, se levantaron en medio de la oscuridad para mezclarse entre ellos al azar, sin pronunciar una sola palabra. Se fueron formando parejas al sólo tacto, sin hablarse. Cada pareja salió del recinto  hacia el exterior de la casa para esconderse en los alrededores a “juguetear”. El trío quedó solo, en el inmenso salón. Jorge Valle les dijo a sus compañeros, mientras afuera se escuchaban los gritos y risas de la orgía:” Esto sí es increíble; nunca habíamos visto nada así”.

Regresando a nuestras más amables historias, a principios de los años cincuentas los hermanos Hernán y Jaime Uribe, les ofrecieron a los integrantes del conjunto, un smoking, o vestido especial para presentaciones de lujo. Era un uniforme muy costoso, que no se podía conseguir en el país. Debido al precio, “los romanceros” dijeron que les agradecían el ofrecimiento pero que, por lo menos en ese momento, no podían pagarlo. Los Uribe insistieron porque querían ver al trío con un uniforme exquisito, y finalmente acordaron traer los vestidos desde los Estados Unidos, y que el trío se los pagara con presentaciones en reuniones y fiestas. Así se hizo. Eran unos vestidos compuestos de saco y pantalón de fina tela sedosa, completamente blancos. Un corbatín, un pañuelo que sobresalía ligeramente del bolsillo superior del saco, y un  botón circular, situado al lado de este bolsillo, todas estas tres últimas piezas de un color rojo intenso, le daban el tono artístico a los uniformes. Existen numerosas fotografías tomadas después de 1950 en donde aparece el trío luciendo su magnífico uniforme.

Las locuras de Jaime Uribe parece que eran mucho más que simples travesuras. En un viaje que hizo a Cartagena con algunos de sus mejores amigos, se aprovechó de la esposa de uno de ellos. Éste no resistió el ultraje, y delante de otros compañeros, de varios disparos dio muerte a Jaime, su amigo.


Hernán Restrepo, a quien el trío llamaba “mi niña”, porque siempre se refería a su novia llamándola con ese apelativo, era  muy acelerado para manejar. Por allá una noche de 1951 fueron contratados Los Romanceros para llevarle serenata a la novia de Hernán. A la altura de la Universidad Bolivariana el vehículo se volteó y dio lo que se llama una vuelta campana. Afortunadamente no hubo heridos, sólo contusos. Entre todos lograron enderezar el carro, y se canceló la serenata. Desde entonces Alberto González se sentaba adelante al lado del conductor y cuando éste aceleraba demasiado, casi siempre por efecto del licor, Alberto sin decirle nada, le daba vuelta a la llave y apagaba el carro. Se bajaban y esperaban un taxi para seguir el carro de su cliente. Existe una fotografía en donde está el trío actuando en el club Campestre y Jorge Valle aparece con gafas negras debido a los  golpes que recibió en ese accidente.


WILLIAM GIL SANCHEZ




William Gil Sánchez fue un importante empresario antioqueño que durante las décadas  de los cuarentas y cincuentas participó en varias importantes firmas de Antioquia y de Colombia. En 1949 fundó, juntamente con Humberto Restrepo, la cadena radial Caracol.

Cuando Doris Gil Santamaría fue elegida Señorita Colombia, el Trío Los Romanceros sacó en homenaje a la reina un bambuco titulado precisamente “Doris”, compuesto por Luis E. Pabón quien era  integrante del conjunto en ese año de 1957.

Uno de esos días el trío estaba interpretando este bambuco en un programa de la emisora la Voz de Antioquia de la cadena Caracol. Cuando terminaron la actuación, el padre de la reina, William Gil Sánchez, se  le acercó a Alberto González, primera voz de Los Romanceros, y en tono descortés le preguntó que por qué le habían compuesto esa canción a su hija. Que si lo que querían era que él les diera algún dinero por la composición, que ni lo soñaran, que él no les daría nada. Alberto González muy tranquilamente señaló hacia Luis E. Pabón que se encontraba cerca, y le dijo al padre de la reina: “Vea, ese es el compositor de la canción; hable con él para que  le explique por qué compuso el bambuco para su hija”. Cuando interrogó a Pabón, éste le contesto:”Estimado señor; la canción la compuse porque en el trío admiramos a la mujer antioqueña, y su hija es la reina antioqueña; no pretendemos nada de usted”. Callado se retiró el señor Gil Sánchez, que a lo mejor pensaba que la razón de todo lo que se hace, es el dinero. Algunos años después era conducido esposado desde su oficina a la cárcel, a causa de un mal manejo financiero.