Jaime
Uribe, de los Almacenes Valher, contrató un día a Los Romanceros para que
fueran a tocar a su finca en El Poblado. Él mismo los llevó en su carro. Como
éste era bastante amplio, adelante iba él con su madre y una de sus hermanas,
mientras que en la parte de atrás, se acomodó el trío. Desde que salieron de
Medellín iban a altísima velocidad, y
Jaime trataba de aumentarla cada vez más. Cuando llegaron a la finca, lo
primero que hizo él fue tocar los puestos donde habían estado sentadas su madre
y hermana. “Vee, no logré que se mearan estas dos viejas”, fue el comentario
burlón que hizo. Es que Jaime Uribe era
algo alocado como se dice. Cierta noche apostó a que, por una botella de
whisky, era capaz de darle desnudo una vuelta
al Parque de Bolívar. En efecto logró darla, perseguido por el celador
que hacía repetidos disparos al aire.
No
todo pasado fue tan romántico como se le
observa luego de muchos años. En ciertos
casos a Los Romanceros le tocó vivir situaciones realmente difíciles e
incómodas desde el punto de vista moral. Así en una ocasión, Jaime que era
el “loco” de los hermanos, invitó a un
grupo selecto de sus amigos con sus respectivas esposas a una “reunioncita” en
su finca en El Poblado. Cuando llegaron los distinguidos convidados, Jaime
cerró con llave todas las puertas de la casa. A continuación, y ante el estupor
de todos, salieron de una habitación varias prostitutas, con sus trajes y
adornos de trabajo. Los Romanceros estuvieron allí actuando ese día, y
observaban la situación tan embarazosa que se vivió con la presencia de dos grupos tan diferentes
de asistentes. A pesar de las protestas de los invitados, especialmente de las
damas, Jaime Uribe nada que abría las puertas; sólo cuando ya había disfrutado
lo suficiente, aceptó, “liberar a los cautivos”.
Otra
vez, Jaime Uribe contactó a Los Romanceros para que fueran a trabajar a su
finca. Empezó diciéndoles que iba a
pagarles el doble de lo que siempre acostumbraba. Eso sí, les puso como
condición que se presentaran completamente
desnudos, porque era una fiesta en la que todos, invitados, músicos y
sirvientes, tenían que estar desvestidos. Obviamente el trío no aceptó
“despojarse de sus vestiduras”, pero parece que de todos modos la fiesta sí se
realizó. Quién sabe qué conjunto aceptó trabajar “a calzón quitao”.
Cierto
día Los Romanceros animaban una reunión en una finca en El Poblado, que no era
la de los Uribe, que tenía todas las apariencias de ser un evento absolutamente
normal. Los asistentes estaban congregados en torno a sus mesas, tomando licor,
comiendo pasantes, y conversando animadamente, mientras escuchaban la música
del trío que iba recorriendo las diferentes mesas. De repente se apagaron todas
las luces. Los asistentes, hombres y mujeres, se levantaron en medio de la
oscuridad para mezclarse entre ellos al azar, sin pronunciar una sola palabra.
Se fueron formando parejas al sólo tacto, sin hablarse. Cada pareja salió del
recinto hacia el exterior de la casa
para esconderse en los alrededores a “juguetear”. El trío quedó solo, en el
inmenso salón. Jorge Valle les dijo a sus compañeros, mientras afuera se
escuchaban los gritos y risas de la orgía:” Esto sí es increíble; nunca
habíamos visto nada así”.
Regresando
a nuestras más amables historias, a principios de los años cincuentas los
hermanos Hernán y Jaime Uribe, les ofrecieron a los integrantes del conjunto,
un smoking, o vestido especial para presentaciones de lujo. Era un uniforme muy
costoso, que no se podía conseguir en el país. Debido al precio, “los
romanceros” dijeron que les agradecían el ofrecimiento pero que, por lo menos en
ese momento, no podían pagarlo. Los Uribe insistieron porque querían ver al
trío con un uniforme exquisito, y finalmente acordaron traer los vestidos desde
los Estados Unidos, y que el trío se los pagara con presentaciones en reuniones
y fiestas. Así se hizo. Eran unos vestidos compuestos de saco y pantalón de
fina tela sedosa, completamente blancos. Un corbatín, un pañuelo que sobresalía
ligeramente del bolsillo superior del saco, y un botón circular, situado al lado de este
bolsillo, todas estas tres últimas piezas de un color rojo intenso, le daban el
tono artístico a los uniformes. Existen numerosas fotografías tomadas después
de 1950 en donde aparece el trío luciendo su magnífico uniforme.
Las
locuras de Jaime Uribe parece que eran mucho más que simples travesuras. En un
viaje que hizo a Cartagena con algunos de sus mejores amigos, se aprovechó de
la esposa de uno de ellos. Éste no resistió el ultraje, y delante de otros
compañeros, de varios disparos dio muerte a Jaime, su amigo.
Hernán
Restrepo, a quien el trío llamaba “mi niña”, porque siempre se refería a su
novia llamándola con ese apelativo, era
muy acelerado para manejar. Por allá una noche de 1951 fueron
contratados Los Romanceros para llevarle serenata a la novia de Hernán. A la
altura de la Universidad Bolivariana el vehículo se volteó y dio lo que se
llama una vuelta campana. Afortunadamente no hubo heridos, sólo contusos. Entre
todos lograron enderezar el carro, y se canceló la serenata. Desde entonces
Alberto González se sentaba adelante al lado del conductor y cuando éste
aceleraba demasiado, casi siempre por efecto del licor, Alberto sin decirle
nada, le daba vuelta a la llave y apagaba el carro. Se bajaban y esperaban un
taxi para seguir el carro de su cliente. Existe una fotografía en donde está el
trío actuando en el club Campestre y Jorge Valle aparece con gafas negras
debido a los golpes que recibió en ese
accidente.
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