viernes, 27 de junio de 2014

Los hermanos Uribe y ¡tantas locuras de juventud!

Jaime Uribe, de los Almacenes Valher, contrató un día a Los Romanceros para que fueran a tocar a su finca en El Poblado. Él mismo los llevó en su carro. Como éste era bastante amplio, adelante iba él con su madre y una de sus hermanas, mientras que en la parte de atrás, se acomodó el trío. Desde que salieron de Medellín iban a altísima velocidad, y  Jaime trataba de aumentarla cada vez más. Cuando llegaron a la finca, lo primero que hizo él fue tocar los puestos donde habían estado sentadas su madre y hermana. “Vee, no logré que se mearan estas dos viejas”, fue el comentario burlón que hizo. Es que  Jaime Uribe era algo alocado como se dice. Cierta noche apostó a que, por una botella de whisky, era capaz de darle desnudo una vuelta  al Parque de Bolívar. En efecto logró darla, perseguido por el celador que hacía repetidos disparos al aire.

No todo  pasado fue tan romántico como se le observa  luego de muchos años. En ciertos casos a Los Romanceros le tocó vivir situaciones realmente difíciles e incómodas desde el punto de vista moral. Así en una ocasión, Jaime que era el  “loco” de los hermanos, invitó a un grupo selecto de sus amigos con sus respectivas esposas a una “reunioncita” en su finca en El Poblado. Cuando llegaron los distinguidos convidados, Jaime cerró con llave todas las puertas de la casa. A continuación, y ante el estupor de todos, salieron de una habitación varias prostitutas, con sus trajes y adornos de trabajo. Los Romanceros estuvieron allí actuando ese día, y observaban la situación tan embarazosa que se vivió  con la presencia de dos grupos tan diferentes de asistentes. A pesar de las protestas de los invitados, especialmente de las damas, Jaime Uribe nada que abría las puertas; sólo cuando ya había disfrutado lo suficiente, aceptó, “liberar a los cautivos”.

Otra vez, Jaime Uribe contactó a Los Romanceros para que fueran a trabajar a su finca. Empezó diciéndoles que  iba a pagarles el doble de lo que siempre acostumbraba. Eso sí, les puso como condición  que se presentaran completamente desnudos, porque era una fiesta en la que todos, invitados, músicos y sirvientes, tenían que estar desvestidos. Obviamente el trío no aceptó “despojarse de sus vestiduras”, pero parece que de todos modos la fiesta sí se realizó. Quién sabe qué conjunto aceptó trabajar  “a calzón quitao”.

Cierto día Los Romanceros animaban una reunión en una finca en El Poblado, que no era la de los Uribe, que tenía todas las apariencias de ser un evento absolutamente normal. Los asistentes estaban congregados en torno a sus mesas, tomando licor, comiendo pasantes, y conversando animadamente, mientras escuchaban la música del trío que iba recorriendo las diferentes mesas. De repente se apagaron todas las luces. Los asistentes, hombres y mujeres, se levantaron en medio de la oscuridad para mezclarse entre ellos al azar, sin pronunciar una sola palabra. Se fueron formando parejas al sólo tacto, sin hablarse. Cada pareja salió del recinto  hacia el exterior de la casa para esconderse en los alrededores a “juguetear”. El trío quedó solo, en el inmenso salón. Jorge Valle les dijo a sus compañeros, mientras afuera se escuchaban los gritos y risas de la orgía:” Esto sí es increíble; nunca habíamos visto nada así”.

Regresando a nuestras más amables historias, a principios de los años cincuentas los hermanos Hernán y Jaime Uribe, les ofrecieron a los integrantes del conjunto, un smoking, o vestido especial para presentaciones de lujo. Era un uniforme muy costoso, que no se podía conseguir en el país. Debido al precio, “los romanceros” dijeron que les agradecían el ofrecimiento pero que, por lo menos en ese momento, no podían pagarlo. Los Uribe insistieron porque querían ver al trío con un uniforme exquisito, y finalmente acordaron traer los vestidos desde los Estados Unidos, y que el trío se los pagara con presentaciones en reuniones y fiestas. Así se hizo. Eran unos vestidos compuestos de saco y pantalón de fina tela sedosa, completamente blancos. Un corbatín, un pañuelo que sobresalía ligeramente del bolsillo superior del saco, y un  botón circular, situado al lado de este bolsillo, todas estas tres últimas piezas de un color rojo intenso, le daban el tono artístico a los uniformes. Existen numerosas fotografías tomadas después de 1950 en donde aparece el trío luciendo su magnífico uniforme.

Las locuras de Jaime Uribe parece que eran mucho más que simples travesuras. En un viaje que hizo a Cartagena con algunos de sus mejores amigos, se aprovechó de la esposa de uno de ellos. Éste no resistió el ultraje, y delante de otros compañeros, de varios disparos dio muerte a Jaime, su amigo.


Hernán Restrepo, a quien el trío llamaba “mi niña”, porque siempre se refería a su novia llamándola con ese apelativo, era  muy acelerado para manejar. Por allá una noche de 1951 fueron contratados Los Romanceros para llevarle serenata a la novia de Hernán. A la altura de la Universidad Bolivariana el vehículo se volteó y dio lo que se llama una vuelta campana. Afortunadamente no hubo heridos, sólo contusos. Entre todos lograron enderezar el carro, y se canceló la serenata. Desde entonces Alberto González se sentaba adelante al lado del conductor y cuando éste aceleraba demasiado, casi siempre por efecto del licor, Alberto sin decirle nada, le daba vuelta a la llave y apagaba el carro. Se bajaban y esperaban un taxi para seguir el carro de su cliente. Existe una fotografía en donde está el trío actuando en el club Campestre y Jorge Valle aparece con gafas negras debido a los  golpes que recibió en ese accidente.


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