El
Doctor Jorge Henao Posada fue un reconocido
médico obstetra en Medellín, que ejerció su profesión desde mediados de la
década de los años cuarentas, hasta finales de los sesentas. Trajo tantos niños
al mundo que casi sin exagerar se podría decir que, literalmente medio Medellín
nació en sus manos. Vivía con su esposa Isabel y sus hijos en una casa muy
cerca al Parque de Bolívar en la carrera Venezuela, y tenían además una finca
de recreo en El Poblado, llamada “Chabela”, en honor a su señora. Fueron muchas
las ocasiones en que el Trío los Romanceros animó las fiestas que celebraba el
Doctor Henao Posada en su finca. En esas reuniones casi se transformaba, y se
convertía en lo que se llama un mamagallista.
En cierta ocasión luego de un viaje que hizo al Japón, les anunció secretamente a algunos
de los invitados a una de sus fiestas, que había conseguido en ese país un
líquido que delataba la presencia de orina en una piscina, porque tornaba roja
el agua en la que alguien hubiera vaciado su vejiga. Eso lo hacía él, les
explicó calladamente, porque había gente que en otras ocasiones se había estaba
orinando allí, y quería resolver de una vez por todas ese “problemita”. Cuando
algunos de los invitados que desconocían lo del líquido japonés, iban a empezar
a entrar a la piscina, el Doctor Henao echó disimuladamente un poco de esa
sustancia en el sitio donde se iban a meter. La primera que entró fue una
respetable y hermosa invitada que muy tranquilamente empezó a remojarse. Al
poco tiempo empezó a tornarse roja el agua alrededor de la dama. Los que
conocían el significado de esa mancha
colorada empezaron a murmurar la imprudencia que había cometido la invitada.
Cuando llegó hasta los oídos de ella misma, no se puede expresar su vergüenza y el revuelo causado entre el resto de los
asistentes. En ese momento el Doctor Henao Posada lanzó una sonora carcajada, y
todos se dieron cuenta de que lo del químico delator, no era más que otra de
sus pesadas bromas. La dama era completamente inocente. Como dice Alberto González, en las fiestas, “El
cabezón”, así llamaban cariñosamente al médico, tomaba el pelo, tomaba
aguardiente y comía chicharrón.
La
canción que nunca podía faltar en aquellas reuniones del Doctor Henao, era el
graciosísimo corrido “Ay, chabela”, que estuvo de moda en los años cincuentas
interpretado por Antonio Aguilar. Él la
pedía permanentemente al trío, en honor a su esposa Isabel.
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