En
esta misma época, a finales del año 1956, los Romanceros fueron contratados por
el gobierno militar para hacer un viaje a la Base Aérea de Palanquero, con el
fin de amenizar un encuentro de generales de todo el país. A su regreso, el
trío vino en un avión militar. Cuando estaban acercándose a la ciudad de
Medellín, uno de los tripulantes empezó a darles instrucciones sobre lo que
deberían hacer en caso de que se presentara una emergencia. Les indicó dónde
estaban los paracaídas, y les señaló un botón rojo que permitiría abrir la
puerta del avión para que pudieran lanzarse, si la situación se volvía muy
crítica. A los pocos minutos el avión empezó a realizar unos muy extraños
movimientos y volteretas. Con seguridad que algo le estaba fallando. Abajo en
la ciudad, algunas personas entre ellas Silvia la esposa de Alberto, pensaron
que ese avión iba a venirse a tierra, porque volaba y sobrevolaba haciendo sus
raras maromas y acrobacias, sin decidirse a tomar pista. No hay ni que mencionar
el pavor que experimentaron los integrantes del conjunto. Cuando finalmente
aterrizó el aparato, los tripulantes no podían contenerse de la risa, por la
pesada broma que le habían jugado a los músicos.
Pero
la dama de la túnica negra, la que siempre lleva a la espalda su instrumento,
la única inmortal de los mortales, también deseaba participar en el juego de
los sustos, y preparaba su propia chanza a los
joviales tripulantes… una broma bien macabra. Pocos días después, el
mismo aeroplano de las piruetas, fracasó en una de ellas, y al desplomarse,
esta vez sí de verdad, murieron todos los que en él viajaban. Pero la broma de
la esquelética señora no había terminado aún. Dos meses después, en enero de 1957, moriría en otro accidente
de aviación militar, el Gobernador de Antioquia
General Gustavo Sierra Ochoa.
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