sábado, 25 de septiembre de 2010

Con personajes de la vida Nacional: Carlos J. Echavarría

Los Romanceros trovando con el Presidente de la República Mariano Ospina Pérez


Foto autografiada del Presidente de la República Mariano Ospina Pérez para  Los Romanceros
 
Carlos J Echavarría fue el símbolo del empresario antioqueño emprendedor de 
mediados del siglo XX. Era nieto de Alejandro Echavarría quien en 1907 había 
fundado la empresa Coltejer, y en 1916 el el hospital San Vicente de Paúl.
Desde 1940 hasta 1961 Carlos J. Echavarría fue presidente de Coltejer, la 
principal y más grande empresa de Antioquia, y una de las más importantes del país.
 
Era Don Carlos J. de estatura regular, un poco robusto, y en lo personal, muy 
metódico y disciplinado. En las reuniones y fiestas en el club Campestre
permanecía siempre con un vaso de licor en la mano, pero en toda la noche no
se tomaba más de dos o tres whiskys. Nunca se le vio descompuesto o ebrio.
Ya desde mediados de los años cuarentas Los Romanceros era su trío de
confianza.
Cuando en 1948 el Presidente de la República Mariano Ospina Pérez vino a 
Medellín, luego de los eventos trágicos del 9 de abril de ese mismo año, asistió
a una reunión que se celebró en la residencia de Carlos J. situada en el Parque
de Bolívar. Ante la inquietud manifestada por el presidente Ospina sobre
las condiciones de seguridad de la casa, y de la calidad de las personas que
asistirían al evento, el anfitrión le explicó que todo estaba muy controlado, y
sobre el trío le dijo: “Los Romanceros, son mis músicos”.
 
Carlos J. Echavarría era muy antioqueño en su lenguaje. En las reuniones le 
pedía con frecuencia al trío que le interpretaran el tango-bolero titulado
“Pecado”, y lo hacía diciéndoles así: “Muchachos, pecao “, al tiempo que
levantaba un poco la mano derecha, donde llevaba su vaso de whisky.

Cuarteto Victoria, Rafael Hernández, Bobby Capó, Myrta Sylva


Rafael Hernández nació en Puerto Rico en 1892. 
 
Estudió en el Conservatorio de México y luego viajó a Cuba 
en donde compuso la celebre rumba “Cachita”,que es un himno de la música cubana. Fundó el Cuarteto Victoria con el que, presentaba sus numerosas creaciones como “Lamento borincano”, “Capullito de alhelí” y muchas otras más. En junio del año 1949 el Cuarteto Victoria estuvo en Medellín. 
 
Con el conjunto venía el cantante y compositor puertorriqueño Bobby Capó, autor entre otras melodías de “Cabaretera” y de “Piel Canela”. 
También hacía parte del cuarteto la famosa cantante y
compositora de Puerto Rico Myrta Silva, quien además tocaba timbales, maracas y guitarra. El cuarteto Victoria se presentó en El Cortijo. Esa noche también actuaron allí Los Romanceros. La cantante Myrta Sylva hizo un extenso preámbulo para presentar, lo que ella decía era su último y exclusivo éxito, una canción que se llamaba “La última noche”. La interpretó finalmente con gran calidad.
 
Cuando le tocó el turno a Los Romanceros. Jorge Valle y
Alberto González se hacían señas, como si estuvieran planeando algo. Ante la sorpresa de todos, especialmente de Myrta Silva, el trío cantó también “La última noche”.
La tenían muy bien montada y arreglada, pues Jorge Valle la había escuchado en emisoras del exterior por radio de onda corta. Fue una linda interpretación. No hay ni que
decir,cuál fue la reacción de Myrta al escuchar la que ella llamaba su canción exclusiva, se fue directo hacía donde estaba el trío y los insultó mientras salía enfurecida del establecimiento.El maestro Rafael Hernández y Bobby Capó, muy apenados les ofrecieron disculpas por la reacción de la cantante.
 

Con Lucho Ramírez




En los años 1958 y 1959 Los Romanceros grabaron
variosnúmeros acompañando al magnífico cantante vallecaucano Luis Alberto "Lucho" Ramírez. 
 
En un disco completo aparecen ellos como los
acompañantes en ocho de las piezas, y en otro, lo hacen  en cuatro de las canciones. Todos  los arreglos fueron hechos por el maestro Luis Uribe Bueno.
 
Al piano estaba siempre el gran músico barranquillero
Juancho Vargas.
 
Algunos de las interpretaciones de Lucho Ramírez con
Los Romanceros son:
Cuando tu me quieras”,“Aquel”, “Bonita”, “Palmeras”, “Quisiera ser”,“Si no eras para mí”.
 

Con Alfonso Ortiz Tirado


Alfonso Ortiz Tirado era una persona realmente especial. 
 
Este médico, cantante y filántropo mexicano nació en 1893 y falleció en 1960.
 
 
Primero fue médico ginecólogo y luego ortopedista, pero era también un verdadero 
enamorado del canto. A los 28 años era tenor de ópera en su país. Sin embargo, 
la satisfacción más grande la obtenía de la música popular, especialmente cantando 
boleros. Recorrió prácticamente toda América Latina, además de los Estados Unidos 
y algunos países europeos, interpretando canciones románticas.
 
 
Con el dinero que obtuvo en sus actuaciones musicales financió una clínica para 
niños desvalidos. A mediados de los años cincuentas, el Doctor Alfonso Ortiz 
Tirado vino a Medellín, para participar en una reunión de médicos ortopedistas.
 
 
Una cierta noche fue al restaurante El Escorial, acompañado de su esposa. 
Como él era un apasionado por la música, averiguó que en ese sitio se reunían 
los músicos que ofrecían serenatas. Estando allí preguntó por un guitarrista 
que quisiera acompañarlo en algunas piezas, por el puro gusto de cantar. Como 
El Escorial, era el sitio de encuentro de Los Romanceros, Jorge Valle se ofreció 
gustosamente. Y en efecto, esa noche el Doctor Ortiz Tirado, acompañado de 
Jorge Valle y de algunos aguardienticos, interpretó varias de sus más bellas 
canciones.
 

Con Libertad Lamarque (cantante y actriz)

 
En el año 1908 nace en Rosario, Argentina. 
Ella fue talvez la mujer más representativa de las artes escénica y musical en 
Hispanoamérica en el siglo XX. De sólo siete años empezó su carrera casi 
centenaria como actriz y cantante.  
 
Libertad Lamarque, llamada cariñosamente y conocida como “La novia de América”, 
al ser al mismo tiempo una gran actriz y una gran cantante, interpretaba sus 
canciones con un sentimiento escénico insuperable. En febrero de 1947 Libertad 
Lamarque hace su primera gira por Latinoamérica. 
 
 
En Medellín se presenta en el teatro Bolívar. A la recepción ofrecida a la diva en el 
aeropuerto de la capital antioqueña, asiste como uno de sus admiradores Alberto 
González integrante del Trío Los Romanceros. Al año siguiente, en enero de 1948, 
regresa la cantante argentina a Medellín. Nuevamente hace presentaciones en el 
Teatro Bolívar. Su próximo destino sería la ciudad de Barranquilla. 
 
 
Al enterarse ella de que allá se baila mucho el porro, se muestra interesada en 
aprender algunos pasos para ejecutarlos en su presentación en esa ciudad. Al 
pedir que le indiquen quién podría enseñarle, le informan que Los  Romanceros 
tocaban muy buenos porros y que ellos podrían ayudarle. Así fue en efecto, y 
Jorge Valle y Alberto González se encargan de darle la clase que ella buscaba. 
Con su guitarra Jorge Valle punteaba un porro, mientras Alberto con las maracas 
llevaba el ritmo y le enseñaba a ella los pasos. Contaba Alberto que mientras 
Libertad bailaba con ellos, su esposo el pianista y compositor argentino Alfredo 
Malerba, se mostraba muy contrariado, y le pedía insistentemente que diera por 
terminada la lección.
 
Ella en tono fuerte tuvo que decirle, que la dejara tranquila que ella lo que 
estaba haciendo era trabajar, aprendiendo un nuevo ritmo. 
En agradecimiento por la clase de baile la estrella le obsequió a 
Alberto una postal con el retrato de ella y con una dedicatoria autografiada.

Del “Negro Adán” se cuenta una anécdota que puede ser única en la historia del boxeo mundial. Una vez, estando todavía joven se enfrentó en una pelea, organizada con todas las de la ley, a un púgil argentino de mucha categoría. El combate se había pactado a doce asaltos. Cuando empezó el primero, el negro se fue directo hacia el argentino y le dio un fuerte golpe en todo el pecho. Ese fue el único golpe que tuvo el combate. El púgil extranjero, de lo fuerte que era, no se movió de su sitio, y el Negro Adán, por el efecto de rebote, cayó sentado a sus pies. De allí no fue capaz de pararse, y se declaró vencedor en esta singular pelea al que había recibido el único golpe del encuentro. Cuando después le preguntaron que por qué no se había levantado, siendo que ni siquiera lo había tocado su contrincante, respondió: “Eche, ¿y tu querías que el argentino ese me jodiera?”.
Bueno,volviendo a la linda Libertad Lamarque, cuenta la historia, o puede ser leyenda, que en efecto ella viajó a Barranquilla y allí bailó su buen porro, con el “negro cipotudo que cocinaba de rechupete”




Con Alberto Granados (cantante)

Alberto Granados era un cantante reconocido y admirado en Colombia. 
 
Tenía la estampa de un actor de cine, la educación de un conserje y una voz muy 
particular, suave, aguda y algo nasal. Era llamado el poeta del bolero y tuvo éxitos 
como Voy gritando por la calle y Espérame en el cielo. Fue locutor de radio Todelar, 
Caracol y RCN, hasta que se lanzó a cantar. Compartió escenario con Víctor Hugo 
Ayala, Lucho Ramírez y Alberto Osorio. 
 
 
En 1957 estuvo en Medellín, y acompañado por Los Romanceros, se presentó en 
varios programas de la Voz de Antioquia, y en un teatro popular del sector de 
Guayaquil. 
 
Como era tan famoso, todas sus presentaciones atraían multitudes. Discos Sonolux, 
la empresa de la que era exclusivo, quiso que el cantante grabara algunos números 
con el respaldo del trío. 
 
Bajo la dirección del maestro Luis Uribe Bueno se efectuaron las grabaciones de 
las canciones Un minuto de tu amor y  Somos culpables,



Tenía este cantante alguna dificultad para medir bien las entradas que le correspondía hacer en las canciones. 

Por ese motivo, en las grabaciones el director le pedía a Alberto González que le 
marcara la entrada “Albertico dale la entrada”, y éste, con una palmadita en el 
hombro le indicaba a Alberto Granados el momento preciso para empezar a cantar.
 
 

Con Cantinflas (actor, cómico)

Mario Moreno- Cantinflas

A principios de la década del los años cincuentas, estuvo en Colombia el gran actor 
y cómico mexicano Mario Moreno, Cantinflas. 
 
En Medellín fue invitado un día al club Campestre, donde asistió muy elegante. 
 
En esa ocasión actuaban la orquesta de Lucho Bermúdez y el trío Los Romanceros.
 
En una de las interpretaciones de la orquesta, Cantinflas sacó a bailar a Matilde 
Díaz, con toda la seriedad que ameritaba un baile de gala como el que se estaba 
realizando.  Sin embargo, a la gallardía del baile, empezó a agregarle poco a poco 
esos pasos que le eran tan característicos, y que más que pasos, eran unos saltitos 
muy rápidos acompañados de un contoneo que sólo él sabía producir.
 
Las risas empezaron a escucharse, y a medida que él seguía mezclando la seriedad 
y elegancia, con la tan bien provocada ridiculez, se produjo en el salón de baile un 
aplauso general de reconocimiento al gran Cantinflas. Contaba Alberto González 
que esa fue la única vez que vio bailar a Matilde Díaz con algún hombre, ya que 
Lucho Bermúdez, su compañero, siempre fue muy celoso.

Mientras Cantinflas realizaba su cantinflesco baile, Jorge Valle con los brazos 
cruzados sobre su pecho, lo observaba detalladamente, y recordaba al  Mario  Moreno que había conocido en 1940 en Méjico. En una ocasión le tocó asistir a la grabación de una película en la que actuaba este actor  mejicano.

Recordaba ahora allí en el ClubCampestre, cómo el libretista de la película 
se moría de la risa, por las improvisaciones tan graciosas que hacía el joven 
cómico, haciendo caso omiso del libreto que se le había entregado. 
Ahora en el club, también el mismoCantinflas, estaba actuando por fuera del 
libreto. Con un vestido de gala, daba sus graciosísimos saltitos, que 
despertaban la admiración general.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Galería de los recuerdos: Con Lucho Bermúdez (compositor, músico)

"Recuerdo aquella vez que yo te conocí, recuerdo aquella tarde, pero no recuerdo ni como te vi" 


A lo largo de todo su recorrido, Los Romanceros animaron muchas reuniones 
sociales,fiestas, serenatas y se cruzaron con importantes personajes de la vida artística y cultural del momento. He aquí algunas de estas historias...

 
En 1951 Los Romanceros se presentaron varias veces en el club Campestre de 
Medellín. 
Ese club tenía por entonces, una orquesta de planta que estaba causando furor en 
toda la ciudad. Se trataba de la orquesta de Lucho Bermúdez e interpretaba tanto 
ritmos costeños como del interior, con una gracia y una calidad que causaba 
admiración. Cuando la orquesta terminaba una tanda, el trío Los Romanceros iba 
de mesa en mesa atendiendo solicitudes de los asistentes. Así se alternaban cada 
noche. 
 
En alguna ocasión en 1950 coincidieron la orquesta de Lucho Bermúdez y Los 
Romanceros en un programa radial por la Voz de Antioquia. 
Ese día hasta actuaron en compañía, porque el trío le hizo el coro a Matilde Díaz 
en la interpretación de la guajira “Tierra Antioqueña”, creación del mismo Lucho 
Bermúdez. 
De este evento quedó una fotografía de recuerdo. Todos esos contactos, sumados 
a la relación que Jorge Valle y Lucho Bermúdez habían establecido en otra época 
en Cartagena, fueron creando una cierta camaradería, entre los integrantes de Los 
Romanceros y el maestro de Carmen de Bolívar.
 
 
En el barrio Robledo de Medellín, se construyó a mediados de la década de los 
años cuarentas una casa finca muy particular. Se trataba nada menos que de 
Salsipuedes”. 
En honor a esta casa campestre compuso Lucho Bermúdez en 1948, el porro que 
lleva el mismo nombre. 
 
La propiedad pertenecía al músico, escultor y decorador Jorge Marín Vieco. Este 
artista convirtió su casa en un sitio de acogida de artistas e intelectuales que iban 
allí por varios días, o aún meses, a compartir sus vidas con las de la familia del 
maestro Marín Vieco. 
 
 
En “Salsipuedes” estuvieron entre otros, además de Lucho Bermúdez y su familia, 
el músico Gabriel Uribe y su niña, que después sería la gran  pianista Blanca Uribe, 
el gran pintor y caricaturista Horacio Longas, los poetas Pablo Neruda, León de 
Greiff,Jorge Artel y el escritor nadaista Gonzalo Arango. Precisamente este último 
escribió sobre esta casa finca: “Salsipuedes es la humildad misma. Pero el amor, 
los sueños, la creación, consagraron esta morada en un templo al espíritu“.
 
Jorge Marín Vieco



A mediados de los años cincuentas Lucho Bermúdez invitó a los integrantes de 
LosRomanceros a pasar una velada en “Salsipuedes”. Fueron también invitados 
esa noche, el gran cantante de boleros chileno Lucho Gatica y la cantante y actriz 
mexicana Elvira Rios.
 
Lucho Gatica se hizo famosísimo en toda América Latina por su interpretación de 
boleros como “Espérame en el cielo”, “Bésame mucho”, “El reloj”, “Sabor a mí”, 
Contigo en la distancia”, y otros más. En aquella ocasión Gatica, en medio de la 
reunión sacó su guitarra y de una forma magistral empezó a ejecutar varias de sus 
famosas canciones con su voz profunda,en la que se percibía un sentimiento y una 
suavidad especiales.
 
Elvira Ríos fue la primera mujer en cantar boleros en América Latina; algunos la 
ponen al nivel de José Mojica. Tenía una voz dramáticamente grave, que le daba 
un tono especial a sus interpretaciones. Entre sus éxitos estaban “Vereda tropical”
 y “Solamente una vez”.
 
Al terminar la velada musical, se largó un fuerte y prolongado aguacero, que hizo 
que todos tuvieran que esperar un buen rato antes de emprender el regreso a 
Medellín. Durante la espera, mientras escampaba, Lucho Bermúdez lanzó una 
carcajada diciéndoles a todos: “Por eso esta casa se llama así, sal si puedes”.


 En otra ocasión, en el año 1953, se celebraba una fiesta de disfraces en el club
Campestre. Todos los asistentes, incluidos los músicos, tenían que ir de
disfraz. El trío iba a participar en esa celebración junto con la  orquesta de 
Lucho Bermúdez. Jorge Valle salió de su casa disfrazado de pirata, con un 
ojo tapado y todo el atuendo característico  de ese personaje. Estuvo
un largo rato tratando  que un taxi le parara para ir al club. Todos los taxistas 
al verlo con esa vestimenta, seguían derecho; probablemente pensaban 
que era un chiflado. Finalmente Jorge decidió regresar a su casa, se quitó 
el disfraz, lo guardó en una bolsa y luego de vestirse normalmente, ahí sí 
pudo tomar un taxi.

El maestro Lucho era muy amistoso con los integrantes de Los 
Romanceros. Cuando alguien le preguntaba por una buen trío para 
animar alguna fiesta o reunión, él siempre recomendaba, empleando 
términos muy elogiosos, a Los Romanceros. 

Cuando él vivía en la carrera Córdoba a unas dos cuadras del parque 
de Boston, invitaba a Jorge, Alberto y Esnoraldo Gil que era el tercer 
integrante del trío, a comer en su casa unos deliciosos tamales 
que le hacía una señora especialista en esa vianda.

En una ocasión, ya estando el trío con Enrique Aguilar, invitó no 
sólo a Los Romanceros sino también al gran cantante cubano 
Miguelito Valdés, “Míster  babalú” como se le conocía en todo el continente, 
y que en ese momento se encontraba realizando una gira por varios países. 
Él era un maestro para cantar no sólo música afrocubana, sino también 
guarachas y boleros. Muchos estudiosos consideran que Celia Cruz en lo 
femenino y Benny Moré con Miguelito Valdés en lo masculino son, como 
intérpretes, los más grandes fenómenos de la música popular cubana 
de todos los tiempos.

Casualmente, Alberto González cuando tenía unos diez y siete años, 
por allá en 1939, había presenciado la actuación en el Teatro 
Colombia de Barranquilla de Miguelito Valdés con la Orquesta Casino de
la Playa. Allí interpretó, entre otros números, dos de sus más grandes 
éxitos como fueron “Babalú” y  “Bruca maniguá” En sus actuaciones 
se cruzaba a un costado la tumbadora y con su voz y ritmo africano iba 
hechizando a la concurrencia. Miguelito a pesar del diminutivo de su nombre, 
era un hombre alto y acuerpado, cipotudo. En la invitación que les 
hizo Lucho Bermúdez, “Mister babalú”  y Enrique Aguilar se lucieron 
comiendo tal cantidad  de tamales, que asombraron, en medio de las 
bromas, a los demás convidados.

Sin embargo, la presencia de Miguelito Valdés no fue la única sorpresa 
agradable en esa ocasión. También estuvo en la tamalada, nadie menos 
que Anselmo Sacasas. En la gira venían Miguelito como cantante y 
Anselmo como pianista.


Anselmo Sacasas  hizo historia en la música de Cuba. Fue uno de los 
fundadores de la célebre orquesta cubana “Casino de la Playa”, 
y aunque oficialmente él no era el director, sí era quien hacía todos 
los arreglos. Sacasas tiene el privilegio de haber introducido los 
grandes solos de piano en las orquestas cubanas; es lo que 
se llamó el piano montuno.


 

Tulio Parra


Tulio Parra nace en Fredonia, Antioquia, en el año 1925 en el seno de una familia numerosa y humilde. 

En 1936 se muda a Medellín y un par de años más tarde empieza a trabajar como obrero en la empresa textil Tejicóndor. A la salida del trabajo solía parar en un local donde escuchó por primera vez el sonido de la guitarra clásica, interpretada por el maestro Andrés Segovia. Quedó tan impresionado, que decidió tomar clases con Jaime Gallego, uno de los dos únicos guitarristas clásicos que había en la ciudad en ese entonces. Una vez que adquirió cierto dominio de la guitarra, Tulio junto con otro músico de apellido Múnera, se aventuró en los bares y cantinas de los barrios más populares de Medellín ofreciendo sus canciones a cincuenta centavos cada una, a lo que le llamaban “cincuentear”. Así, Tulio lograba juntar algun dinero para ayudarle a su padre a mantener a la familia.  En 1948 su profesor Jaime Gallego lo llevó por primera vez a el restaurante El Escorial, para que se relacionara con otros músicos. A partir de este momento, Tulio se dedicaría por completo a la música. 


En 1950 Tulio hacía parte del Trío Torbellino, junto con Vinicio Salazar y Ulpiano Morales, quien años antes había estado con Los Romanceros. Unos tres años después, Tulio estaba en el Trío Continental con Chucho Agudelo y Guillermo Jaramillo. Alrededor del año 1956 integraba el Trío Nocturnal con Hernando Zapata y Paco Correa. Estas agrupaciones se presentaban en los clubes más importantes de la ciudad y en reuniones sociales de la clase dirigente. También tenían como uno de sus puntos fuertes, las serenatas. En esos conjuntos, Tulio Parra no sólo era la primera guitarra, sino que también, a menudo, hacía la primera voz.


Alrededor del año 1958 Tulio tocaba el bajo con la Orquesta de Tita Duval, que era el conjunto de planta del Hotel Aristi de Cali, donde Jaime Gallego, su antiguo profesor de guitarra, tocaba el saxofón. En ese hotel tuvieron la oportunidad de alternar en una ocasión con  Los Indios Tabajaras. Dos años más tarde, Tulio decide regresar a Medellín, donde fue nombrado para dirigir los coros Cantares de Colombia, que interpretaban música andina  colombiana, a la manera de una coral. Cuando en 1962 Tulio deja la dirección del coro, Jorge Valle director de Los Romanceros, piensa en él para reemplazar a Luis E. Pabón, quien en esos días había dejado el trío. Era un guitarrista de primera clase y su canto podía acompañar muy bien a Alberto González, que era la primera voz de la agrupación. De esa manera empezó una larga y productiva carrera de Tulio Parra con Los Romanceros. Allí permaneció durante dieciocho años, hasta los últimos días del trío.

Alberto González


Alberto González Llanos nació en Barranquilla, Colombia, en 1922. 

Seguro debiéramos empezar contando cómo se inició este músico en el canto, pero creemos que, antes de cantar, Alberto González descubrió una poderosa atracción por las pasiones humanas. Los años le tejerían un destino como cantante para relatar con música esas pasiones que tanto le atraían. Siendo un niño, mientras viajaba en un barco que iba de Puerto Colombia a Nueva York, presenció una historia que debió impactarlo y sembrar en él el deseo de convertirse en narrador de esas pasiones. En el barco que viajaba iba un joven norteamericano con su padre quien pretendía alejar a su hijo del amor que éste sentía por una joven colombiana. Sumamente triste, una tarde, en la cubierta del barco, el joven enamorado pelaba una manzana y tiraba las cáscaras al mar. “Como se van ellas, así se va mi amor”, decía, mientras veía cómo el mar se iba tragando las cáscaras. De pronto, se subió al borde del buque y se lanzó al agua en plena alta mar. Al cabo de unos minutos lo rescataron y, en este momento, el padre entendió la verdadera dimensión de este amor. “En Colón, nos devolvemos para Barranquilla”, le dijo. Faltó algún músico que le pusiera notas a esta historia pasional que a Alberto le gustaba tanto contar una y otra vez. 


Este viaje en barco fue uno de los numerosos viajes que hizo con Cristina Colina Bornacelli, su abuela materna, al puerto de Colón, Panamá, donde la mujer se proveía de mercancías para vender en Barranquilla. En uno de los viajes, Alberto descubrió un tablado callejero donde se llevaba a cabo un concurso infantil de canto. Aunque nunca había cantado frente al público y jamás se había expuesto al juicio de los demás, no dudó en inscribirse y, como admiraba tanto al tenor mexicano José Mojica, supo enseguida cuáles eran las canciones que debía interpretar para el concurso. Los aplausos más nutridos del público fueron para Alberto González, que resultó vencedor con la canción Mi último amor. En Barranquilla siguió cantando en tablados públicos, y no desechó oportunidad para cantar improvisadas serenatas bajo los balcones de sus pretendidas.  


A principios de 1940, Alberto González, junto a dos músicos aficionados, Carlos Pirela y Hernando Guzmán, formaría su primer trío que si bien no le reportó ningún reconocimiento del público, le ayudó a templar su valioso instrumento, la voz, y a coordinarla con los otros instrumentos. 


Ese mismo año, 1940, Alberto conoce a Carlos Andrade, con quien participó en el que sería su primer trío público: Carlos Andrade y sus muchachos, que fue el conjunto inseparable de las veladas de Rafael Roncallo, un hombre público, un hombre de música, de fiestas, y, sobre todo, dueño de Emisoras Unidas, grupo de estaciones radiales que tuvo un papel fundamental en la vida artística de Alberto González. Allí conoció Alberto a varios grandes músicos que lo animaron a seguir cultivando su voz y a participar en otros conjuntos, como fue el caso de Cosme Leal, cantante de la Orquesta Emisora Fuentes (dirigida por Lucho Bermúdez y que luego sería la Orquesta del Caribe), o el caso del maestro Pedro Biava Ramponi, profesor de canto en la Escuela de Bellas Artes y quien, atraído por la voz de Alberto, decidió convertirse en su profesor. 


Como resultado de ese contacto con otros músicos, Alberto participó en el conjunto del maestro cubano Roberto de Moya y en la orquesta Emisoras Unidas de Pedro Biava, sin abandonar su actividad con Carlos Andrade y sus muchachos. En 1943, se disolvió el trío de Carlos Andrade, y Alberto González, al lado de los guitarristas Hernán Córdoba y Manual Maldonado, forma el trío Los Caballeros de la noche, que después de varias actuaciones en Barranquilla, y ante la difícil situación económica, toman la decisión de ir a probar suerte en la ciudad de Medellín.

Cargados de sueños y responsabilidades, en marzo de 1945, toman el barco Capitán Caro que los llevaría hasta Puerto Berrío. El pasaje lo pagaron cantándoles a los pasajeros durante el recorrido. Al desembarcar, los tres músicos tomaron el tren que los llevaría hasta la estación Medellín, en el agitado barrio Gauyaquil del centro de la capital antioqueña


Con la misma velocidad con que se había formado, se disolvió este trío al llegar a Medellín. Alberto se enfrentó a varios meses de puertas cerradas, y a mediados de septiembre de 1945, volvió a Barranquilla, no para dar un paso atrás, sino para traer a su esposa y a su hijo recién nacido.


En octubre de ese mismo año, el Trío Armónico los Romanceros se quedó sin primera voz, pues Eduardo Fernández había decidido abandonar el trío. Jorge Valle, que había oído cantar a Alberto en Barranquilla y sabiendo que éste se encontraba ahora en Medellín, acudió a él para proponerle un ensayo. Pese a la diferencia de voces, y a que se conocían poco, en aquella tarde de octubre de 1945, nació una amistad y un compromiso profesional entre Jorge Valle y Alberto González que durante 36 años los tuvo unidos en torno al Trío los Romanceros.

Jorge Valle

Jorge Valle fundó el Trío Los Romanceros y creó  la inmensa mayoría de los arreglos de las canciones que interpretaron. Así mismo, fue el guitarrista principal durante buena parte de la vida del conjunto.
Jorge Soberón Valle, conocido artísticamente  como Jorge Valle, nació en Guayaquil, Ecuador en 1913. En su séptimo cumpleaños, uno de sus abuelos le regaló una guitarrita, con la que empezó su afición por este bello instrumento. En 1925, de sólo  doce años de edad, decidió enrolarse como ayudante de marinero, o grumete, en barcos de carga.  Fue así como Jorge empezó a viajar entre Guayaquil y algunos puertos sobre el Pacífico de los Estados Unidos. Ese recorrido lo hacía varias veces cada año. En algunas ocasiones viajaba en barcos que transportaban petróleo y, como se sabe, en este tipo de embarcaciones, una vez vaciados los tanques siempre queda un resto del combustible que sólo puede sacarse manualmente. Esta porción  se la regalaban a la tripulación, y debido a la pequeñez de su cuerpo de niño, Jorge era el encomendado para meterse en los depósitos con el fin de ir extrayendo poco a poco lo que había quedado allí.

En 1933 Jorge decidió quedarse en los Estados Unidos. La ciudad escogida para su nueva vida fue Los Ángeles en California. Esta urbe contaba en ese entonces con algo más de un millón de habitantes, pero su área metropolitana tenía casi el doble. Era  una ciudad sumamente difícil. Coexistían en medio de muchos conflictos las comunidades blanca, negra y latina; ésta última compuesta casi exclusivamente de mejicanos. Debido a la crisis económica mundial de principios de los años treintas, se presentó una situación de inestabilidad y pobreza en todas partes, incluida América Latina. Cuando los Estados Unidos empezaron a superar ese trance, un gran número de  mejicanos emigró hacia el país del norte. California por la cercanía geográfica fue uno de los estados que mayor número de inmigrantes recibió. La respuesta inmediata de las autoridades estatales fue  deportar masivamente a miles de extranjeros. En la sola ciudad de Los Ángeles se autorizaron más de veinticinco mil deportaciones a principios de esa década.

Además de las fricciones interraciales que se presentaban, Los Ángeles tenía un serio problema de corrupción. En la Alcaldía y en el Departamento de policía estaba el foco de descomposición. Eran frecuentes los atentados dinamiteros contra aquellas personas que se oponían a las autoridades corruptas. Abundaban por otra parte pandillas de jóvenes desempleados, que trataban de sobrevivir a cualquier costo. A esta ciudad fue a la que llegó el joven Jorge Valle en el año de 1933. Múltiples cicatrices en su cuerpo, hechas con arma blanca, quedaron como recuerdo de esta difícil época que vivió el futuro músico ecuatoriano.
Una vez superados los primeros tiempos de inestabilidad y violencia Jorge se dedicó de lleno a estudiar música. Guitarra y armonía fueron los dos campos a los que se dedicó en los años siguientes. Esos estudios lo prepararon para ser el gran arreglista, compositor y guitarrista que, algunos años más adelante, en efecto fue.
 Alternaba sus estudios musicales con la actuación como bailarín en cabarés y guitarrista acompañante. En el año 1938 deja Los Ángeles y parte para Nueva Orleáns. Esta es una ciudad sumamente peculiar. Allí estaba la sede principal del  jazz, ese ritmo que con sus famosas bandas y orquestas revolucionó la música popular norteamericana en los años treintas y siguientes.

El jazz nació alrededor de 1895 en Nueva Orleáns y combinó elementos de ragtime, que es una música fuertemente sincopada en un ritmo rápido, música de bandas para marchas y blues, que se caracterizan por un ritmo lento y melancólico. Lo que diferenció al jazz de estos estilos anteriores a él, fue el uso amplio de la improvisación, a menudo realizada por más de un ejecutante al tiempo. El jazz representó así un quiebre en las tradiciones musicales de occidente, en donde el compositor escribía una pieza de música sobre el papel y luego, los músicos trataban de tocar lo más fielmente posible lo que se les entregaba. Por el contrario en el jazz la canción es sólo un punto de partida o marco de referencia, para que los músicos improvisen alrededor de ella. La canción original podría haber sido una cancioncilla popular  o algún blue que ellos no compusieron, pero cuando terminaban la ejecución habían compuesto una nueva pieza que a menudo se parecía muy poco a la canción original. Muchos de esos músicos virtuosos no eran buenos lectores o a veces, ni siquiera sabían leer música, pero a pesar de eso su ejecución electrizaba a la audiencia. La música espontánea que creaban expresaba una alegría y un sentido de la aventura radicalmente diferente al de la música de esa época.

 Los estudios que había hecho en California, le permitieron a Jorge Valle aprovechar al máximo ese ambiente musical tan original que se daba en Nueva Orleáns. Algunos años más tarde, Jorge reviviría las improvisaciones típicas del jazz. Como guitarrista improvisaba a dueto con el gran pianista argentino Fatty Montero en el intermedio de las presentaciones que el Trío Los Romanceros y la Orquesta de Lucho Bermúdez, de la cual era pianista Fatty, hacían en el club Campestre de Medellín.

Al inicio de la segunda guerra mundial, y debido a la dificultad para conseguir la autorización de residente, Jorge salió de los Estados Unidos. Esta vez su nueva casa fue Méjico. Allí hizo gala de todos los conocimientos que había adquirido en Los Ángeles. Durante los dos años que permaneció en ese país  actuó con el famosísimo trío Calaveras. Este trío  significó a finales de la década de los treintas y los primeros años de los cuarentas, lo que en los años posteriores representaría el trío Los Panchos en su llamada época de oro; época en la que fue llamado con justicia el mejor trío del mundo. Vinculado al trío Calaveras, el músico ecuatoriano, luciendo la vestimenta típica del poncho y sombrero mejicano, participó en una película de largometraje sobre algunos acontecimientos ocurridos durante la revolución.
La permanencia de Jorge Valle en Méjico fue muy fructífera. Allí conoció e interpretó el huapango; posteriormente ya en Colombia, cuando hacía parte del trío Los Romanceros, compuso una pieza con este ritmo, titulada “El llanero”. El huapango, o más propiamente huapango huasteco, es un tipo de son que se deriva de la música prehispánica, de repertorios conocidos por negros y mulatos y de fandangos y seguidillas españoles que se arraigaron en Méjico en el siglo XVIII. El cantante de huapango utiliza repetidamente el falsete y requiere de un registro agudo. Un ejemplo típico de falsete es el canto de “La Malagueña”, en donde el cantante con su aguda voz, sostiene la respiración tanto como puede, mientras el público admira emocionado la habilidad y resistencia del solista.  El huapango se puede considerar también como sinónimo de son huasteco. No existió ningún conjunto como el trío Calaveras para interpretar huapangos y sones huastecas.

Con el trío al que pertenecía en Méjico, Jorge Valle hizo giras por varias ciudades de esa nación, y en cierta ocasión llegó hasta Nicaragua. Entre algunas de las  presentaciones que hicieron en este país centroamericano, amenizaron una reunión de homenaje al dictador nicaragüense Anastasio Somoza P. De ese evento quedó de recuerdo una fotografía.

En el año de 1941 encontramos a Jorge Valle en Colombia, concretamente en Cartagena En esta ciudad formó  el Trío Armónico Los Romanceros. A propósito, este nombre lo sacaron entre el mismo Jorge Valle, y el señor Antonio Fuentes que era el dueño de la emisora Fuentes y de la empresa de discos Fuentes, primera fábrica de discos que existió en el país. Unos veinte años más tarde cuando ambos estaban viviendo en Medellín, Jorge le dio aceleradamente unas clases de guitarra eléctrica a Antonio Fuentes, para que éste, con arreglos del maestro Luis Uribe Bueno, sacara sus álbumes titulados “Cuerdas que lloran”, en la que Fuentes se lució tocando lo que se llamaba una guitarra eléctrica hawaiana.
 Además del mismo Jorge,  componían el nuevo trío los músicos cartageneros Carlos Romero y Eduardo Fernández. Este conjunto realizó giras por varias ciudades de la Costa Atlántica, como Montería, Santa Marta y Barranquilla. En Cartagena. Jorge conoció a Lucho Bermúdez quien unos pocos años después sería considerado como uno de los grandes maestros de la música popular colombiana.  Lucho se había establecido en esa ciudad desde 1940, y ya era director de la Orquesta Emisoras Fuentes, llamada después Orquesta del Caribe. Jorge Valle  con sus dos compañeros de trío deciden viajar a Medellín, y en efecto, arriban a esta ciudad en febrero de 1944.

Poco tiempo después, cargado con los instrumentos de su orquesta, Lucho Bermúdez también se viene para Medellín. El maestro Bermúdez tomó esta ciudad como centro de sus actividades, aunque frecuentemente salía de ella para presentarse en otros sitios del país y del exterior. A principios  de los años sesentas se radicó definitivamente en Bogotá. Por su parte, para Jorge Valle había terminado el peregrinaje que empezó desde que hizo sus primeros viajes siendo todavía un niño.  Medellín sería desde ese momento la sede definitiva para este gran músico ecuatoriano. Un año y medio más tarde, en octubre de 1945 formaría, junto con el cantante barranquillero Alberto González, el Trío Los Romanceros. Estos dos compañeros permanecieron unidos durante los treinta y seis años de existencia del conjunto.



 

El Jazz 

El jazz nació alrededor de 1895 en Nueva Orleáns y combinó elementos de ragtime, que es una música fuertemente sincopada en un ritmo rápido, y música de bandas para marchas y blues, que se caracterizan por un ritmo lento y melancólico. Lo que diferenció al jazz fue el uso amplio de la improvisación, donde la melodía o tema central es recreado libremente en cada ejecución.  

 

El huapango 

El huapango, o más propiamente huapango huasteco, es un tipo de son que se deriva de la música prehispánica, de repertorios conocidos por negros y mulatos y de fandangos y seguidillas españoles que se arraigaron en Méjico en el siglo XVIII. El cantante de huapango utiliza repetidamente el falsete y requiere de un registro agudo. Un ejemplo típico de falsete es el canto de “La Malagueña”, en donde el cantante con su aguda voz, sostiene la respiración tanto como puede, mientras el público admira emocionado la habilidad y resistencia del solista.  El huapango se puede considerar también como sinónimo de son huasteco. No existió ningún conjunto como el trío Calaveras para interpretar huapangos y sones huastecas