viernes, 24 de septiembre de 2010

Alberto González


Alberto González Llanos nació en Barranquilla, Colombia, en 1922. 

Seguro debiéramos empezar contando cómo se inició este músico en el canto, pero creemos que, antes de cantar, Alberto González descubrió una poderosa atracción por las pasiones humanas. Los años le tejerían un destino como cantante para relatar con música esas pasiones que tanto le atraían. Siendo un niño, mientras viajaba en un barco que iba de Puerto Colombia a Nueva York, presenció una historia que debió impactarlo y sembrar en él el deseo de convertirse en narrador de esas pasiones. En el barco que viajaba iba un joven norteamericano con su padre quien pretendía alejar a su hijo del amor que éste sentía por una joven colombiana. Sumamente triste, una tarde, en la cubierta del barco, el joven enamorado pelaba una manzana y tiraba las cáscaras al mar. “Como se van ellas, así se va mi amor”, decía, mientras veía cómo el mar se iba tragando las cáscaras. De pronto, se subió al borde del buque y se lanzó al agua en plena alta mar. Al cabo de unos minutos lo rescataron y, en este momento, el padre entendió la verdadera dimensión de este amor. “En Colón, nos devolvemos para Barranquilla”, le dijo. Faltó algún músico que le pusiera notas a esta historia pasional que a Alberto le gustaba tanto contar una y otra vez. 


Este viaje en barco fue uno de los numerosos viajes que hizo con Cristina Colina Bornacelli, su abuela materna, al puerto de Colón, Panamá, donde la mujer se proveía de mercancías para vender en Barranquilla. En uno de los viajes, Alberto descubrió un tablado callejero donde se llevaba a cabo un concurso infantil de canto. Aunque nunca había cantado frente al público y jamás se había expuesto al juicio de los demás, no dudó en inscribirse y, como admiraba tanto al tenor mexicano José Mojica, supo enseguida cuáles eran las canciones que debía interpretar para el concurso. Los aplausos más nutridos del público fueron para Alberto González, que resultó vencedor con la canción Mi último amor. En Barranquilla siguió cantando en tablados públicos, y no desechó oportunidad para cantar improvisadas serenatas bajo los balcones de sus pretendidas.  


A principios de 1940, Alberto González, junto a dos músicos aficionados, Carlos Pirela y Hernando Guzmán, formaría su primer trío que si bien no le reportó ningún reconocimiento del público, le ayudó a templar su valioso instrumento, la voz, y a coordinarla con los otros instrumentos. 


Ese mismo año, 1940, Alberto conoce a Carlos Andrade, con quien participó en el que sería su primer trío público: Carlos Andrade y sus muchachos, que fue el conjunto inseparable de las veladas de Rafael Roncallo, un hombre público, un hombre de música, de fiestas, y, sobre todo, dueño de Emisoras Unidas, grupo de estaciones radiales que tuvo un papel fundamental en la vida artística de Alberto González. Allí conoció Alberto a varios grandes músicos que lo animaron a seguir cultivando su voz y a participar en otros conjuntos, como fue el caso de Cosme Leal, cantante de la Orquesta Emisora Fuentes (dirigida por Lucho Bermúdez y que luego sería la Orquesta del Caribe), o el caso del maestro Pedro Biava Ramponi, profesor de canto en la Escuela de Bellas Artes y quien, atraído por la voz de Alberto, decidió convertirse en su profesor. 


Como resultado de ese contacto con otros músicos, Alberto participó en el conjunto del maestro cubano Roberto de Moya y en la orquesta Emisoras Unidas de Pedro Biava, sin abandonar su actividad con Carlos Andrade y sus muchachos. En 1943, se disolvió el trío de Carlos Andrade, y Alberto González, al lado de los guitarristas Hernán Córdoba y Manual Maldonado, forma el trío Los Caballeros de la noche, que después de varias actuaciones en Barranquilla, y ante la difícil situación económica, toman la decisión de ir a probar suerte en la ciudad de Medellín.

Cargados de sueños y responsabilidades, en marzo de 1945, toman el barco Capitán Caro que los llevaría hasta Puerto Berrío. El pasaje lo pagaron cantándoles a los pasajeros durante el recorrido. Al desembarcar, los tres músicos tomaron el tren que los llevaría hasta la estación Medellín, en el agitado barrio Gauyaquil del centro de la capital antioqueña


Con la misma velocidad con que se había formado, se disolvió este trío al llegar a Medellín. Alberto se enfrentó a varios meses de puertas cerradas, y a mediados de septiembre de 1945, volvió a Barranquilla, no para dar un paso atrás, sino para traer a su esposa y a su hijo recién nacido.


En octubre de ese mismo año, el Trío Armónico los Romanceros se quedó sin primera voz, pues Eduardo Fernández había decidido abandonar el trío. Jorge Valle, que había oído cantar a Alberto en Barranquilla y sabiendo que éste se encontraba ahora en Medellín, acudió a él para proponerle un ensayo. Pese a la diferencia de voces, y a que se conocían poco, en aquella tarde de octubre de 1945, nació una amistad y un compromiso profesional entre Jorge Valle y Alberto González que durante 36 años los tuvo unidos en torno al Trío los Romanceros.

1 comentario:

  1. Siento la frustración de no haber conocido personalmente a los miembros de este histórico y sonoro trío que marcó 36 años de romanticismo y serenatas alas preciosas mujeres paisas.La primera voz de Alberto Gonzalez, es la identidad de los romanceros. y las grabaciones que hicieron con Alberto Granados y Lucho Ramñirez, seguiran escuchandose por muchos años. desde Medellín Colombia, un abrazo para los románticos del mundo!

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