viernes, 15 de octubre de 2010

LA MÚSICA - PRIMERA CANCION GRABADA: Que saquen el gallo

Esta fue la primera canción que grabaron  Los Romanceros. En el año de 1946, cuando Carlos Romero todavía hacía parte del trío, decidieron grabar esta composición de Jorge Valle en los estudios de la Voz de Antioquia. Como en Medellín no existía forma de prensar los discos, resolvieron enviar la pasta, por medio de Félix de Bedout, a Buenos Aires, Argentina para que allí los sacara la firma Odeón.
“Que saquen el gallo” trata de un lorito, que es llevado a un gallinero donde hay un buen gallo. Le da miedo entrar porque el gallo podría confundirlo con gallina. Finalmente hacen entrar al lorito, el gallo lo persigue, y cuando el enamoradizo kikirikí está a punto de abordar al lorito, éste, nerviosamente, pero con mucha dignidad, le dice “Respéteme,  que soy casado”. En la canción se repite varias veces, el gracioso verso “Entrá lorito, entrá por Dios,... no, no, que saquen el gallo”.

 El asunto es que cuando la canción de Los Romanceros llegó  a Buenos Aires,  la tomó Efraín Orozco Morales, un músico colombiano que dirigía allí la Orquesta de las Américas. Archivaron la grabación del trío y la orquesta hizo su propia versión. Al poco tiempo se empezó a escuchar en muchos países latinoamericanos esta canción interpretada por la orquesta argentina, convertida en éxito. Lo extraño es que aparecía como compositor principal Efraín Orozco, y el nombre de Jorge Valle sólo figuraba en letra menudita. Esta situación parece que fue muy frecuente con Orozco, pues un hecho semejante ocurrió con el pasillo “Romanza de amor”, compuesto por Alex Tobar. Este era pianista y violinista de  orquestas sinfónicas, fue saxofonista de la orquesta de Lucho Bermúdez y creador del gran éxito,  “Pachito Eché”. Como Orozco le hizo unos arreglos al pasillo del maestro Tobar, alegó insistentemente la autoría de la canción. Fue tan cínico este músico que demandó al verdadero compositor, y hasta lo amenazó  con mandarlo un tiempo a la cárcel.

El mismo Efraín Orozco tuvo también un mal comportamiento con otro gran músico colombiano. Luis Ángel Mera, fue un excelente barítono caucano, que recibió clases de canto en la Academia Musical de Arturo di Filippi en Nueva York, actuó en varias óperas en esa ciudad, y recibió una beca  de parte de la “Julliard School of Music” de Nueva York, para continuar sus estudios por dos años más. En 1950 viajó a Buenos Aires, para interpretar música popular. Al llegar a esa ciudad encontró muchas dificultades para concretar sus presentaciones. Lo llamaban de varias emisoras y teatros, pero en el momento de firmar los contratos, todo se complicaba sin remedio. Finalmente se dio cuenta de que Efraín Orozco estaba actuando de intermediario, y que en los contratos quería beneficiarse a sí mismo, poniendo siempre la condición de que se le contratara a él como director de la orquesta acompañante. Este último punto no lo aceptaban los empresarios, y por eso era que al final se cancelaban las presentaciones del gran Luis Angel Mera. Cuando éste se dio cuenta de lo que estaba pretendiendo Orozco, lo hizo a un lado, y desde entonces pudo actuar, con mucho éxito, en varios escenarios de Buenos Aires.
Varios años después, ya de nuevo en Colombia, Efraín Orozco fue condecorado por el gobierno nacional con la Cruz Camilo Torres, ¿sería a causa de su honestidad?

Comentarios de prensa

Se presenta a continuación la trascripción de algunos artículos publicados en la prensa nacional, principalmente de Medellín, sobre el Trío Los Romanceros. Algunos de estas crónicas tienen un cierto  sabor a promoción o propaganda, y desde el punto de vista histórico incurren en muchas inexactitudes. Sin embargo, todos ellos tienen el mérito de mostrarnos la importancia que adquirió el trío en las diferentes épocas de su gran trayectoria.

Así son ellos, El Trío Los Romanceros
(Artículo publicado el 18 de abril de 1951, en el periódico El Diario, de Medellín)

La foto nos muestra al trío de “Los Romanceros”, uno de los conjuntos musicales más apetecidos de Antioquia, al que se puede oír por radio todos los martes, en programa que transmite la Lavandería ABC por la Emisora Siglo XX.
“Los Romanceros” están constituidos así: Alberto González, primera voz y encargado del ritmo, es barranquillero, tiene veintiocho años y se inició en su tierra con la célebre orquesta Sosa que gozara hace algunos años de tanta popularidad. Viajó a Panamá y tuvo ocasión de presentarse en la Voz de la Víctor, y en el “Show del cabaret Atlántico” en Colón, y vino a Medellín hace varios años para figurar como vocalista de la orquesta que el maestro Gil Díaz agrupó con destino al club Unión.

González ha pertenecido además al conjunto de “Los Caballeros de la Noche”, ha trabajado con la Sydney Ross Company, y con el trío que nos ocupa ha actuado en programas de la Compañía Colombiana de Tabaco y ha hecho grabaciones para la casa Fuentes de Cartagena y Lyra de Medellín, que imprimió un porro original suyo “El Sabrosón”, muy popular por el mes de diciembre el año pasado.
Esnoraldo Gil es quien le sigue, nació en el departamento de Caldas y cuenta en la actualidad veinticinco años cumplidos. Gil ha recorrido casi todo el país en plan de artista cantante, y como tal perteneció al conjunto de “Los Serranos” en el Valle, y a los elencos de Radio Pacífico, Ondas del Palmar, de Palmira, La Voz de Armenia, y últimamente en La Voz de Antioquia para los susodichos programas de la Compañía Colombiana de Tabaco.  En el trío a Gil le toca tocar (sic) la guitarra y hacer la segunda voz.

Jorge Valle es el director del conjunto, el primer guitarrista y el que hace la mayor parte de los arreglos. Es un ecuatoriano que se ha recorrido la mitad del continente. A los treinta y dos años lleva conocidos, el Perú, Panamá, todo Centro América, y los Estados Unidos y Méjico, aparte de Colombia.  Tiene una extensa trayectoria musical pues ha sido componente de conjuntos como el Trío Víctor, Los Caleñitos, y el trío Colombiano de Medellín, que se popularizaron en las grabaciones RCA Víctor. Y recientemente con su compañero González, ha realizado impresiones para Fuentes y Lyra.

Para fiestas sociales y serenatas, Los Romanceros es uno de los conjuntos más solicitados y si la radio no ha contribuido a consolidar más su popularidad es porque no se andan por las emisoras en busca del mendrugo de una audición. No obstante, Ignacio Isaza los contrató hace unos meses para animar algunas entregas de “Pielroja tiene la palabra”, popular audición de la Compañía Colombiana de Tabaco, que les significó grandes triunfos.
Se distinguen por su personalidad. Los Romanceros cantan con estilo propio, sin dejarse llevar por las modas del momento, y tienen un repertorio variado y abundante, que arreglaron con muy buen gusto para sus voces y sus instrumentos.

Contadas veces interpretan música folklórica del interior, si bien cuando lo hacen, sin que el bambuco y el pasillo salgan en su estilo todo lo puro que es de desear, lo hacen correctamente. Su fuerte son los boleros y los aires de la costa atlántica, en donde se encuentran bambucos también, como “El Negro” un poco diferentes a los nuestros- más rítmicos y menos melódicos- que los Romanceros cantan a cabalidad. Pocos artistas, además, saben granjearse tan pronto la simpatía de las gentes por su sencillez, tan diferente de la presunción petulante, de los que han conseguido apenas un poco del favor del público. Ojalá los triunfos les sigan haciendo compañía, que bien se lo merecen.







Los Romanceros cantarán en los espacios de la Colombiana
(Artículo publicado en el suplemento semanal de El Diario, de Medellín, en el año 1951)

El popularísimo y cotizado trío de “Los Romanceros” acaba de firmar contrato con la Compañía Colombiana de Tabaco para tomar parte en los programas que esa firma patrocina con el mote de “Pielroja tiene la palabra”, y que corren a cargo en la parte literaria del libretista Ignacio Isaza.
Se trata de una serie de audiciones frívolas dentro del acreditado espacio de los martes, que llevarán por título”La Vida en Rosa” y en los cuales se programarán canciones de tipo romántico, en las cuales son especialistas “Los Romanceros”.


Los Romanceros colombianos ganan cada día mayor popularidad y éxito.
(Publicado en El Espectador, de Bogotá, en junio de 1951)
Medellín, junio 18. (Del corresponsal radial Hernán Restrepo).

La Compañía Colombiana de Tabaco presentó recientemente a la consideración de los oyentes del país, por intermedio de sus programas “Pielroja tiene la palabra” y dentro de la serie de libretos recomendada a Ignacio Isaza, a un trío vocal que desde hace  muchos meses viene haciendo furor en los clubes sociales y en los centros de diversión de la capital antioqueña.
Los Romanceros, que tal es el rubro usado por Valle, Gil y González para sus presentaciones artísticas, triunfaron en esos programas plenamente y ratificaron los buenos conceptos que habían provocado con sus actuaciones personales.

El trío de Los Romanceros está integrado por tres veteranos cultores de la canción moderna: Jorge Valle, ecuatoriano, quien lleva la dirección musical del conjunto, toca la guitarra y hace la tercera voz en las canciones.  Valle, que se conoce casi todo el continente y ha formado parte de numerosos conjuntos en el país y en exterior,  arregla el repertorio en una forma personalísima e imprime sello propio a todas las interpretaciones del trío gracias a ello precisamente. Alberto González, el que corre con la responsabilidad del ritmo tocando las maracas y hace la primera voz, se hizo conocer como vocalista de importantes orquestas de baile en Barranquilla, su patria chica, y aquí en Medellín, cuando formó parte del conjunto de “Juan Manuel y sus Vagabundos”, recordada agrupación musical  que hizo las delicias de la juventud antioqueña hace unos cinco años. Es compositor, y un porro suyo, “El Sabrosón”, tuvo mucho éxito al ser grabado por la marca de discos Lyra en interpretación de Los Romanceros, hace unos seis meses. Gil es caldense y un guitarrista magnífico, a quien han aplaudido los públicos de Valle y Caldas, como integrante de numerosos tríos de música nacional e internacional hasta que se unió definitivamente a sus compañeros de ahora, aquí en Medellín.

 Como dijimos antes, Los Romanceros se distinguen por la personalidad de sus interpretaciones. No necesitan ellos copiar a Los Panchos, ni al San Juan, ni a trío ninguno del mundo. Allí la razón de sus triunfos constantes que los han llevado a ser el más popular conjunto de su género con que ahora cuenta Medellín, y parece que han recibido proposiciones de una empresa radial bogotana que tiene intenciones de presentarlos en una corta temporada radial. Gustarían mucho de seguro. Pocos cultivadores tiene la canción moderna que canten con tanto gusto y que dominen tan ampliamente no sólo los aires románticos, como el bolero y el blue, sino los de tipo caliente, especialmente los porros y paseos de la costa atlántica, lo que les permite tener un repertorio amplísimo y muy variado.
Han grabado discos en Lyra y Fuentes y lo harán posiblemente para Atlantic en el curso de pocos meses.

Ignacio Isaza prepara nueva serie radial con el trío Los Romanceros.
(Publicado en El Diario, de Medellín, en el año 1952)

Una nueva serie de programas radiales para el ya famoso espacio  ”Pielroja tiene la palabra” que patrocina la Compañía Colombiana de Tabaco, acaba de grabar el trío de “Los Romanceros” bajo la dirección escénica del libretista Ignacio Isaza, quien en esta oportunidad ha reunido elementos artísticos de la mayor categoría, pues al lado de “Los Romanceros” actúa como solista, en la interpretación de antiguas canciones, Obdulio Sánchez, acompañado al órgano por el maestro Manuel J. Bernal.
La nueva serie de “Pielroja tiene la palabra” lleva el subtítulo de “Canciones de amor y del recuerdo” como que en su elaboración priman elementos antiguos y modernos, en armónica y discreta agrupación.

Al decir del director de esta serie, la grabación hecha por “Los Romanceros” es la mejor que se haya logrado para la Colombiana de Tabaco, empresa que ha aprovechado muchas veces, y siempre con éxito,  los servicios de “Los Romanceros” en programas de exquisita factura. Las canciones de esta serie son los éxitos más recientes en materia de novedades del género romántico y la instrumentación, dirigida por Jorge Valle para Alberto González como primera voz, es la reafirmación de que la música interpretada por “Los Romanceros“ llega hasta el público después de un afortunado proceso de depuración y de estudio. El nuevo integrante del trío “Los Romanceros”, Enrique Aguilar, participa por primera vez en grabaciones de esta índole, con gran éxito.

Triunfa todos los días el trío de “Los Romanceros”
(Publicada en El Diario, periódico de Medellín, en febrero de 1953)

De triunfo en triunfo siguen sus actuaciones Los Romanceros, el gran trío compuesto por Jorge del Valle (sic), Alberto González y Enrique Aguilar, cuyas interpretaciones magníficas de música nacional, folklórica y de baile, e internacional romántica, son tan bien recibidas por la juventud antioqueña. Los Romanceros merecieron elogiosos comentarios del Trío Rigual (sic), conceptos que fueron dados al redactor de este suplemento radial, y sus actuaciones recientes por La Voz de Antioquia les conquistaron infinidad de simpatías. Los Romanceros, preocupados por mantener un repertorio a tono con las evoluciones de la canción popular, dueños de un estilo propio que se caracteriza por lo melódico y discreto, no necesitan de los pequeños grupos del ambiente para triunfar. Tienen un prestigio consolidado y lo saben mantener con dignidad y sobre méritos reales.

La leyenda de Los Romanceros
 (Crónica publicada el 17 de septiembre de 1971, en el periódico El Colombiano, de Medellín)

Lo que parece el primer verso de una canción de Agustín Lara, o de algo que tocara directamente con la vida española, pertenece a una realidad de la capital antioqueña.
Se trata de una especie mítica que ha venido circulando a través ya de dos generaciones de Medellín y es la de que, ninguna muchacha que haya escuchado una serenata con el Trío Armónico Los Romanceros, se queda soltera.
En muchos clubes de la capital antioqueña se ha dado el caso, cuando actúan Alberto González Llanos, primera voz, Tulio Parra, la primera guitarra antioqueña y Jorge Valle, compositor y guitarrista ecuatoriano, que madre e hija quinceañera lloran al escuchar la misma canción porque con ella les han hablado de amor.

Una de las grandes canciones de hechizo, de estas que hacen saltar los corazones, es el bambuco de Valle, “Chiquilla”.
Alguna de las quinceañeras que recibió el impacto de “Chiquilla”, una media noche cuando dormía plácidamente, dijo que “es un bambuco que tiene el alma de un poeta de la canción”.
 ¿Quién no habrá escuchado ese bambuco en Medellín?  Sería tanto como decir que no hay un paisa  - y no es cuña-  que no fume y tome aguardiente, y lea  El Colombiano.

“Los Romanceros” se han convertido- poetas de la canción- en los ángeles buenos que conquistan para sus pupilos a aquellas de corazón duro. Por eso es por lo que el “Gordo” González, suele preguntar al hacer la selección de las serenatas: “Cuénteme…y ella es…”.
El interesado pondrá el calificativo: ”Insensible”, “Adorable”, ”Indiferente”,   ”Inconquistable”. Los novios dicen que después de las serenatas  todas quedan de un mismo color y sabor: dulcesitas.

Se cuenta que un “candelero”, de aquellos que suelen acompañar a los novios en plan de serenata, tan pronto como terminó el mini-concierto nocturno, estaba enamorado y no sabía de quién.
En noches como la que antecede al día de los enamorados, se oyen canciones como “Chacha Linda”, “Paraíso Soñado”, “Fe Verdadera”, “Bendición Celestial”, y claro, “Chiquilla”.

Los novios de Medellín que no hayan tenido como jefe de relaciones públicas a Alberto González, son muy pocos. Alberto González ha tenido que recibir en su mesa a jovencitos “empantanados en sus propias lágrimas y en los primeros traguitos, que ponen un poco de más pena en la amargura”.
“Alberto, no hay cura que valga… usted es el único que puede dar el bálsamo para esta herida”, suelen decirle los “pacientes” diarios.
De los sentimientos  de los enamorados nació en Medellín la industria de las serenatas porque de ellas viven muchas familias de músicos. Es un aspecto, el más  romántico, y quizás un poco ignorado de Medellín.
Alberto González les responde siempre que “no se preocupe, hombre, que casos peores nos han tocado”
Viene entonces la “confesión de boca”. Con base en esas “pistas” los tres romanceros, elaboran la nómina de canciones que se registran en la tarjetica  que se tira por debajo de la puerta, cuando el repertorio ha sido consumido.
Los serenateros viajan siempre en taxi, porque muy pocas veces los enamorados tienen auto propio.

Nunca ha habido un sueño más profundo y más liviano que antes de una serenata, en las jóvenes.
Cuando las guitarras rompen junto a la ventana, las primeras notas, si la casa es habitada por varias chicas, comienza el revoloteo y la consabida señal de encender y apagar la luz, como para decir “aquí estoy pues”. Si la “víctima” no es sino una, las primeras notas de la serenata equivalen a un golpe, de aquellos que quitan el conocimiento. Generalmente vienen las lágrimas –quienes digan que no es así, no dicen la verdad-. Llanto de pura verdad, aun cuando el oferente caiga tan gordo como una tonelada.
El paroxismo viene cuando Los Romanceros repiten ese verso tradicional de “Chiquilla”:
…y  si el sol de la mañana/ al besar tu cabellera/hace que tu más me quieras/ qué lindo es cantar chiquilla/
Después… ya nada hay para hacer. Se pierde el hilo de la historia, y se penetra en la leyenda, “La leyenda de Los Romanceros”

¡Levántate¡ que trajeron serenata
(Publicado en El Colombiano, de Medellín, en noviembre 3 de 1988)
Texto: Margaritainés Restrepo Santa María

¿Qué es lo que le quiere decir? Pues que estoy tragado, que me gusta mucho, que la quiero, pero lo que pasa es que ella está últimamente como rara. Bueno. Podríamos empezar con “Despierta”. ¿Pero ustedes  ya son novios o qué? Sí, hombre. Entonces, si las cosas no andan como tan bien, ¿qué tal si le ponemos la segunda, “Usted”? Listo… y para terminar, para que a ella le quede su espinita, no lo piense más, la apropiada es “Serenata de amor”.
Dos o tres músicos que consigue en El Escorial o el Crillón. Un muchacho enamorado. Una noche. Dos o tres tragos. Y, quizá, la luna. Con eso basta. Y ¡allá vamos¡

…Es esa. La del balcón con matas. El taxi disminuye la velocidad y estaciona, sin hacer ruido. También, en silencio, se bajan ellos. ¿Cuál es?
Esa, la de la izquierda; esa es la ventana de ella.
Y se escucha el sonido de los instrumentos que afinan Los Romanceros… Y ¡arrancamos¡ ¡Perfecto¡…
“Despierta, dulce amor de mi vida, despierta si te encuentras dormida. Escucha mi voz, que llega hasta tu ventana...”
¿Será que no oye? ¿Qué pasa? No hay luz ni movimiento en ese cuarto. Ahora seré tan de buenas que se fue a dormir donde la abuelita… ¿Cuál sigue, cuál sigue? Los músicos lo interrumpen. Será darle a la segunda…”Usted es la culpable de todas mis angustias, de todos mis desvelos. Usted…”

¡Levántate Luisita, trajeron serenata¡…¡Serenata¡, Luisita, ¡Despiértate¡

En las servilletas
Los niños hacían ramilletes espirituales para sus madres:”Treinta misas, treinta comuniones, diez sacrificios, treinta rosarios, treinta meditaciones”. Pero ese mundo sencillo y limpio, también tocaba a los grandes. Chicos y chicas improvisaban versos. Los novios intercambiaban sus anillos de grado.
En las heladerías, a las amigas les firmaban servilletas. Gloria se emocionaba porque Cochise le había mandado saludes, sin conocerla. Y Amparito guardaba sigilosamente, esa fotografía en que aparecía con su traga, dentro de un corazón y con la leyenda “Es  tuyo”, al lado.
“La gloria eres tú”, “Novia mía”, “Esta noche”, “Un minuto de amor”, “Realidad y fantasía”… Era muy “in” tener cuaderno de boleros. Y, a falta de cuadernos, una libreta. Era muy “in” que los muchachos cargaran cancioneros. Y que los fólderes de estudio, se llenaran con pensamientos lindos, llenos de optimismo y sentimiento.
Te está pensando…
¡Levántate Luisita ¡  ¡Serenata¡
Fe en el amor eterno. Convencimiento del amor ingenuo…Yo creo que le gusto, porque me miró de frente…A Gloria le llevaron tres serenatas en una noche, él está supertragado, comentan en la cuadra… ¿Sabes que a Beatriz le gusta Luis Fernando?...
Juguemos a contestar el cuaderno de las adivinanzas. ¿Dónde estudia?, ¿Cuál es su número de teléfono?, ¿Dónde vive?, ¿Cuántos años tiene? Hasta que dan con el nombre del muchacho. Y otras jugaban al azar sencillo, en páginas que llevan escritas cien posibilidades. Escoja un número entre cero y cien. ¿Treinta y siete? A ver, te  está pensando…

 La chica coleccionaba las cajas de chicle que él le había regalado. Él las contraseñas de cine y de los espectáculos. Escribía la fecha, el año, la hora, si es del caso. Y guárdela con esas calcomanías de universidades gringas que le dio el de la esquina hace tres años.
¡Levántate¡ Luisita, que trajeron serenata. Y es con Los Romanceros, pa´ que lo sepa.
Por los veinte, por los quince, porque estamos peleados, porque ella se va, porque estoy tragado. Con o sin voladores incluidos. Solo o con dos amigos, en grandes barras. Siempre había “un motivo nuevo”, para llevar serenatas en los sesentas. Tríos Los Romanceros, Grancolombiano,  Emilio Murillo, Los Albinos, Antioquia. Duetos Espinosa y Bedoya…
¡Levántate ¡ Luisita, que trajeron serenata. Acérquese a la persiana para mirar de reojo. Prenda una luz con disimulo.
Y en muchas serenatas se escuchaba…”Chacha linda”, “Ansias de amar”, “Tu eres mi destino”, “Queja de amor”, “Únicamente tu”, “Sin un amor”, “Amorcito corazón”, “Quisiera ser”, “Espérame en el cielo”, “Lejos de ti”.
Y a muchas chicas les cantaron…”Fe verdadera”, “María Elena”, “Cuánto te quiero”, “Novia mía”, “Reloj”, “Enamorado de ti”, “Contigo aprendí”, “Amémonos”, “Negrita”, “Me llevarás en ti”.
¡Trajeron serenata¡…”Uno se tomaba textualmente las canciones”. Unas felices por esa sorpresa. Otras combinaban “rabiecita” al sentimiento…
¡Serenata¡ Y a todas les quedaba su tarjeta…¡Échela debajo de la puerta¡
¡Serenata¡ Luisita, ¡Levántate¡…
Es que es la tercera de la noche y estoy cansada… ¿Serían los sesentas, los años de los últimos románticos?


Las empresas disqueras

Desde el año 1948 Los Romanceros empezaron a hacer grabaciones de sus principales interpretaciones. Precisamente en ese año, estando con Ulpiano Morales, viajaron a Cartagena enviados por Don Antonio Botero, para que grabaran cuatro números en Discos Fuentes, del señor Antonio Fuentes. A propósito, esta empresa fundada en el año 1934, fue la primera compañía fonográfica establecida en el país. Las canciones que grabaron Los Romanceros fueron, “Serenata de amor” del compositor Jaime R. Echavarría,  el vals “Experiencia”, el pasillo “Un triste despertar”, y el bambuco “Rosa linda”. Cuando terminaron de hacer las grabaciones, Antonio Fuentes le pidió al trío que se quedara unos días más en Cartagena. La idea de él era que Los  Romanceros le animaran algunas reuniones que tenía en mente. Ellos  sabían que el empresario estaba acostumbrado a que los músicos le trabajaran a cambio de licor. Le dijeron que ellos ya eran profesionales, que tenían responsabilidades en Medellín y que, si no tenían que hacer más grabaciones, regresarían de inmediato a Medellín. Así lo hicieron.

En 1950 estando con Lito Paniagua, realizan una segunda grabación. Esta vez fue con la empresa Lyra de Antonio Botero. Grabaron en tal ocasión el porro “El sabrosón” y el número “No me explico”. El contrato esta vez fue con regalías. Al trío le pagaban según lo que se vendiera. Algo bien curioso ocurrió cuando, al cabo de varios meses, fueron a reclamar sus regalías. Aparecía que “No me explico” se  había vendido muchísimo más que “El sabrosón”. Eso no podía ser posible porque ambos números estaban en el mismo disco. Cuando le hicieron el reclamo al señor Botero, éste contestó “No me explico”. Esa fue la segunda experiencia del trío con los empresarios de discos.

En 1953 grabaron en discos Victoria de Gustavo Cardona. Este fue el mejor contrato que hicieron en toda su vida. Les pagaron una cantidad fija el día de la grabación, y no hubo regalías. Con Enrique Aguilar como tercer integrante del trío, esa vez grabaron, “Desde que llegaste” y “Navidad sin amor”.

En los cuatro años siguientes grabaron varios discos, primero con Enrique Aguilar y luego con  Copete, en la empresa Codiscos, con el sello Zeida. En este período sacaron  dos discos de larga duración. El primero se llamó “Nocturnal”, y tenía ocho números; el segundo fue, “Soñar con Los Romanceros”, y tenía doce piezas. Después la empresa volvió a editar este mismo disco pero con nombre diferente, lo llamó “Para soñar contigo”. Grabaron además con Copete, otros ocho números, pero no en disco de larga duración, sino en discos separados de 78 RPM.

La última época de grabaciones, desde 1958  hasta principios de los setentas, se hizo en las empresas Sonolux y Ondina. En este tiempo se grabaron los más grandes éxitos de Los Romanceros. El tercer integrante del trío en esos días fue, primero Luis E. Pabón, y por último, Tulio Parra. Como los contratos eran por regalías, las empresas reconocieron muy poco dinero al trío por esas grabaciones tan famosas. Era muy difícil para cualquier conjunto musical, contradecir las cifras de ventas que les presentaban las empresas disqueras. Así, por allá a finales de los años setentas, Jorge Valle luego de dejar pasar varios años sin reclamar regalías, se apareció un día por la empresa. Le dijeron que tenía siete mil quinientos pesos, pero que no se los entregaban hasta que tuviera diez mil pesos acumulados. Nunca más se asomó por allá.

No sólo terminaba el trío haciendo gratis las grabaciones, sino que ellos mismos se encargaban de la publicidad, de la “promoción” como se dice ahora. Así, Alberto González iba a algunos almacenes de discos como Sonofoto por ejemplo, que quedaba donde ahora está el edificio Coltejer, a pedir a los vendedores que le hicieran buen ambiente a los discos del trío, cuando llegara algún cliente a preguntar por ellos. También llevaba él muestras de las nuevas producciones a los locutores de algunas emisoras de la ciudad. En Radio Reloj dejaba discos para que los pusieran varias veces al día. En esa emisora estuvieron Arturo Bustamante, que luego fue directivo de fútbol aficionado, Alberto González apodado “Españita”, y Eduardo Villalba, que luego pasaría a las Voz de las Américas.
 En Sonolux, con Pabón, salió el disco “Chacha linda” con doce canciones. Sacaron además algunos números sueltos en discos de 78 RPM. También grabaron allí, con Lucho Ramírez, un disco titulado “Otra primavera”  que tenía doce piezas, ocho de ellas con Los Romanceros, y otro más llamado, “Señores éxitos de Don Lucho Ramírez”, en el que venían cuatro números con el trío. También grabaron en esa empresa números sueltos con el cantante Alberto Granados. A mediados de los años sesentas graba el trío para la empresa Ondina, estando ya Tulio Parra, un disco titulado “Chiquilla” que tenía doce números. Posteriormente con Tulio Parra, nuevamente en Sonolux, sacan Los Romanceros tres discos de larga duración, cada uno con doce canciones. El primero fue “Una vez más”, luego vino “Cosas lindas” y por último, “Quiero amarte”, que fue la última producción del trío.

EVOLUCION MUSICAL DEL TRIO

El Trío Los Romanceros tuvo desde sus inicios una base muy sólida. Dos de sus tres integrantes permanecieron durante los treinta y seis años de existencia de la agrupación. Jorge Valle era un gran músico, compositor, arreglista y muy buen guitarrista. Alberto González siempre fue la primera voz del conjunto y con esa voz le dio identidad al trío. Los Romanceros se reconocían por la primera voz, sin importar la clase de música que tocaran. Apoyados en esos dos integrantes, el conjunto se adaptó en cada época al tipo de música que el medio les exigía. Su primera grabación, como se verá más adelante, fue un porro, luego vinieron pasillos y una canción criolla. Posteriormente un bolero y otro porro. Más adelante grabaron otros  boleros y aparecen las guarachas. En las décadas de los sesentas y setentas interpretan casi exclusivamente boleros, con algunos bambucos y valses. En su última producción incluyeron dos baladas, que era el ritmo que en ese momento estaba reemplazando al bolero. Veamos con algo de detalle cómo fue la evolución musical del trío.

 En los primeros años, Los Romanceros hacían sus grabaciones con muy poco acompañamiento. Tal vez la excepción fueron los dos números grabados cuando Lito Paniagua pertenecía al trío en el año 1950. Con él se grabaron, “No me explico” y el porro “El sabrosón”. Se utilizan en esos dos números, clarinete y ritmos, además de las guitarras del trío. En los años que van desde la fundación del trío en 1945, hasta más o menos 1951, la voz de Alberto González no era muy fuerte. Como él mismo lo dice, era una voz “estilo Julio Iglesias”, muy bien modulada, pero sin potencia. Sólo con el paso de los años y las enseñanzas de Jorge Valle, Alberto fue adquiriendo más potencia y seguridad en las interpretaciones. Eso  mismo ocurre a los vendedores callejeros, o pregoneros, que a medida que pasa el tiempo, se hacen escuchar más, con menos esfuerzo.

 En las grabaciones que se hacen desde 1952 hasta 1957 por lo general se escucha el trío con poco acompañamiento, casi como si estuvieran en una serenata. En esos años Enrique Aguilar primero y luego, Oscar Quimbaya, Copete, hacían parte de Los Romanceros, y se publicó el primer disco de larga duración titulado “Nocturnal”. Ya se observa una gran madurez en la primera voz de Los Romanceros. Basta escuchar las magníficas interpretaciones de “Soñar”, que está incluida en “Nocturnal”,   “Desde que llegaste”, y  “Sinceridad” que aparecen en sendos discos de 78 RPM. La guitarra principal o puntera la hacía casi siempre Jorge Valle. Sin embargo, “Copete” también punteaba en algunas ocasiones con un requinto de cuerdas metálicas. Los arreglos eran obra del mismo Jorge Valle.

De este mismo período son las grabaciones que el trío hizo con el naciente conjunto de Edmundo Arias. Más que decir que el conjunto acompañaba a Los Romanceros, la verdad era que el trío acompañaba al conjunto. Se escucha muy poco la primera voz de Los Romanceros, y más que todo lo que hace el trío, es hacer unos coros de respaldo a Lucho Vásquez, que era el cantante del conjunto. “No esperes que te quiera”, “Pa´ bailar la guaracha” y “El voto femenino”, fueron tres de las canciones de Los Romanceros con el  conjunto de Edmundo Arias.

Había una gran variedad en los ritmos que interpretaban Los Romanceros en esos años. Casi  que parecía que  existieran dos tríos diferentes. Uno, el que tocaba canciones caribeñas, y que tenía el estilo de un trío de Cuba o de Puerto Rico. Algunas piezas  de esta clase son, “¿Quién toca la puerta?”, “Que apellido”, “El jorobao”, “Medio peso”, “El pote”, “Llorá corazón llorá”, “Gato encerrao”, “El mochilón”, y “Cuidaíto compae gallo”. Como el trío era contratado para animar no sólo reuniones y veladas, sino también fiestas, necesitaba tener en su repertorio buena cantidad de esas canciones bailables. Por otro lado, estaban las interpretaciones de boleros y de música del interior colombiano, como algunos bambucos y pasillos. De todos modos, este último tipo de canciones siempre fue la mayoría  en el repertorio del trío. Así por ejemplo, en el disco “Nocturnal”, existen dos canciones caribeñas y seis del otro estilo.

A partir de 1957 empieza una etapa de afianzamiento del trío en los aires románticos. Ni en el disco “Chacha linda”, ni en los siguientes que grabaron Los Romanceros hasta el final, volvió a incluirse la llamada música bailable. Casualmente, esta época empieza con la incorporación de Luis E. Pabón a Los Romanceros. Al inicio de este período, el trío actúa como acompañante de dos buenos cantantes colombianos, como fueron Alberto Granados y Lucho Ramírez. Prácticamente todos los éxitos de estos dos intérpretes se realizaron en unos pocos dos o tres años. Como las grabaciones se hicieron con la empresa Sonolux,  los arreglos  de las canciones en que el trío acompañó a estos dos intérpretes, fueron obra del maestro Luis Uribe Bueno. En estas ejecuciones aparece el piano de Juancho Vargas, y se inicia así la costumbre de Los Romanceros de acompañarse con este instrumento en muchas de sus futuras grabaciones.

 El disco “Chacha linda” marca simbólicamente el inicio de esta época romántica.  Todos los arreglos musicales son hechos por Jorge Valle, y él mismo continúa como primera guitarra hasta la entrada de Tulio Parra al trío en el año 1962. Tulio Parra era un maestro de la guitarra, y  todas las grabaciones efectuadas con él se reconocen por la suavidad y excelente destreza de la ejecución. La voz de Alberto González ya está completamente madura en este período. Se destacan la potencia de su voz y el extraordinario sentimiento que expresaba en todas las interpretaciones.

En el disco “Una vez más”, el trío utiliza plenamente un rico acompañamiento musical. Así, en  ”Fe verdadera” los acompaña un gran pianista boliviano; en “Un momento” y en “Una vez más”, están acompañados por el organista Manuel J. Bernal; en “Negrita” aparece el piano de Juancho Vargas, y en “Cosas como tú” y “Mira que eres linda”, está el violinista argentino Adolfo Podestá. En varias de las piezas interviene además  el bongosero Jairo Yepes.

En el disco “Cosas lindas”, que contiene doce números, entre ellos la canción del mismo nombre, se utilizaron tres guitarras. Esto le dio un sabor diferente al acompañamiento de guitarras que siempre habían tenido los Romanceros. El último disco del trío se tituló “Quiero amarte”, e ilustra muy bien el cambio que ya se había establecido en la música romántica. Aparecen en él, por primera vez en la historia del conjunto, dos baladas, “Quiero amarte” y “Amor de estudiante”, como una confirmación del reemplazo del bolero por la balada, que se estaba dando en todas partes. Terminaba toda una época, y cancelaba sus actividades de treinta y seis años, el Trío Los Romanceros.

ORQUESTAS 1940- 1943 ALBERTO GONZALEZ

Ya en el año de 1942, Rafael Roncallo era dueño de las Emisoras Unidas, y allí se presentaba el maestro cubano Roberto de Moya con su Conjunto Rítmico de Emisoras  Unidas.
Roberto de Moya, fue un gran músico y guitarrista cubano nacido en Santiago de Cuba en el año 1897. En su tierra natal fue compañero de Guillermo Portabales, el celebre autor e intérprete de “El  carretero”. Esta bella guajira es de las canciones cubanas más cantadas, y dice así en sus primeros versos:
Ay, por el camino de un sitio mío
un carretero alegre pasó
en su tonada que es muy guajira
y muy sentida alegré cantó
Posteriormente Roberto de Moya partió hacia Nueva York, y allí actuó como guitarrista acompañante de  Carlos Gardel en algunas presentaciones y películas, entre ellas “El día que me quieras”, filmada en marzo de 1935. Contaba posteriormente el maestro De Moya que durante las presentaciones en  Nueva York, uno de los músicos permanentes de Gardel se le quejaba a éste, de que le estaba pagando mucho dinero a De Moya por el acompañamiento. El gran Carlitos respondió: “Dejalo que coma,  estos gringos están repletos de dólares”. El maestro de Moya vino posteriormente  de gira por Colombia y se quedó primero en Santa Marta, y luego en Barranquilla. En el año 1941 cuando aún vivía en Santa Marta, el músico cubano fue contratado para hacer un programa en dicha ciudad, y como parte del elenco hizo venir desde Barranquilla al trío “Carlos Andrade y sus Muchachos”. Como el trío no tenía uniforme adecuado para presentarse, el mismo Roberto de Moya, les prestó unas típicas guayaberas cubanas. De recuerdo de esa presentación les obsequió una tarjeta en la que aparece el guitarrista  vestido de gaucho como lo estaba cuando actuó en la película antes mencionada de Gardel, con una dedicatoria y su propia firma.

Ya residenciado en Barranquilla, entre otras actividades, organizó el conjunto musical de planta  de  la emisora  La Voz de la Víctor. Esta radio se uniría en 1939 con la Voz de Barranquilla, para formar las Emisoras Unidas. El conjunto del maestro de Moya tenía el estilo cubano, e incluía guitarra, piano, bongó, tumbadora y voces.
Debido a la relación que tenía con Rafael Roncallo, alrededor de 1942 llegó hasta las Emisoras Unidas, el joven Alberto González, quien contaba entonces con veintiún años de edad, y, como ya se dijo, hacía parte del trío “Carlos Andrade y sus Muchachos”. También se mencionó ya, que era supremamente difícil vivir de la música en ese entonces en Barranquilla. Claro que  había oportunidades de actuación, pero el pago no era en dinero. Se invitaba a los músicos a esos eventos, y allí se les daba licor; solamente licor, ni siquiera comida. Por eso los músicos tenían que rebuscarse la supervivencia con otras actividades. Roberto de Moya se interesó por la voz del joven cantante y lo invitó a hacer parte de su conjunto. Alberto aprendió del maestro la interpretación de las canciones cubanas más famosas en esa época, como eran los sones y boleros de Miguel Matamoros.

Pedro Biava Ramponi nació en Roma en el año de 1902. Estudió en el Conservatorio Santa Cecilia de Roma. A los 24 años llegó a Barranquilla. En esa ciudad, como pedagogo musical, realizó una destacada labor en la Escuela de Bellas Artes y en el Conservatorio de Música de la Universidad del Atlántico. Creó la Orquesta Filarmónica de Barranquilla y la Ópera de Barranquilla, con la que alcanzó a montar obras como Rigoletto y La Traviatta. Esas obras las presentaba en  festivales que se hicieron  en Barranquilla y Cartagena. Era Pedro Biava, en verdad un gran maestro, y todo un caballero. Tenía también un concepto muy humanista de lo que debe representar el arte en toda sociedad. Para él, el arte no es un lujo, ni una diversión más. Decía  que la Filarmónica representaba  la conquista definitiva de un ambiente moral superior. En otra ocasión expresó que el arte debe ejercer una alta función social, pues es el gran educador de los pueblos.

En el año de 1943 en las Emisoras Unidas, además del conjunto de Roberto de Moya, se presentaba  también el grupo de cámara del maestro Pedro Biava, así como la Orquesta de las Emisoras Unidas que él mismo dirigía, y que interpretaba música popular. Cierto día, el maestro italiano invitó a Alberto González a que cantara con su conjunto. Alberto interpretó “Albur”, un bolero de Agustín Lara. Pedro Biava congenió bien con el joven cantante y lo invitó a que fuera a la Escuela de Bellas Artes, en donde él dictaba clases. Allí estuvo Alberto varias veces recibiendo lecciones de dicción, respiración y solfeo. También participaba como cantante de la orquesta en esa época, Carmencita Pernett, quien poco tiempo después viajó a Méjico, y allí se convirtió en una importante bolerista. Así mismo hacía sus actuaciones con la orquesta del maestro Biava, el músico cartagenero Gustavo Fortich, quien algunos años más tarde conformaría el famoso dueto Fortich y Valencia.

 En alguna ocasión, la Orquesta de las Emisoras Unidas del maestro Biava, fue contratada para actuar en el Hotel Caribe de Cartagena, en compañía de la Orquesta del Caribe, dirigida por Lucho Bermúdez. Esta agrupación se llamaba antes Orquesta Emisoras Fuentes, y tenía por cantantes a Bobby Ruiz y Cosme Leal. Dos de las principales canciones que interpretaba la Orquesta del Caribe se titulaban, “Joselito Carnaval”, y “Marbella”, este último, un porro compuesto por el mismo maestro Bermúdez”. En ese entonces Lucho Bermúdez era muy poco conocido en el interior del país, ya que nunca había salido de la región de la costa atlántica. Hasta Cartagena fue la Orquesta de Pedro Biava con sus dos cantantes Carmencita Pernett y Alberto González. Este conjunto interpretaba más que todo boleros, y otros géneros de música romántica. A manera de pura anécdota, el cantante Cosme Leal se le acercó a Alberto González, a expresarle la admiración por la voz que tenía: “Te he escuchado por la radio, cuando cantas con la orquesta. Tienes una bonita voz; cuídatela”. Leal era reconocido por sus finas maneras, y los demás músicos en son de burla lo llamaban “La dama de las camelias”. Posteriormente estuvo residenciado en Medellín, actuando con la orquesta de Lucho Bermúdez, y presentándose otras veces como solista.
Cuando a mediados de la década de los cincuentas, empezó el desgano oficial para seguir prestando apoyo a la Filarmónica, el maestro Biava, fue entrando en un decaimiento anímico. Se exageró su hábito por el mortal cigarrillo. Cada vez se sentía más acabado, por la forma como se iba derrumbando un trabajo de tantos años.

Volviendo a nuestra historia, a finales de 1943 el trío de Carlos Andrade viaja a Puerto Colombia con Rafael Roncallo y un primo de éste,  Nacho Dugand. Allá se presentó una situación muy delicada. En medio de los tragos, César el hermano medio de Alberto González, empezó a molestar al joven Dugand,  insultándolo y agrediéndolo.  Este último se exaltó tanto, que finalmente sacó una pistola con la intención de dispararle al  joven músico. Alberto, se interpuso entre los dos contendientes. “Mátame a mí primero, pero no a mi hermano”, así decía Alberto muy asustado. Afortunadamente el arma volvió a su escondrijo, y  los ánimos se fueron sosegando.

 Alberto quedó muy impresionado, muy adolorido. Recordaba  él, que  siendo muy niño, una vez  fue a cine, acompañado de César, a ver la película “El tren  arrollador”, con John Wayne. La multitud se enfureció cuando la cinta se reventó en el instante más emocionante. Los golpes contra la caseta de proyectores, que era de lata, enardecían aun más a los revoltosos. Empezaron entonces algunos a encender periódicos y a lanzarlos al aire. La gente corrió despavorida buscando todos al tiempo la salida. Caían unos sobre otros. César, tomó a Alberto de la mano y lo llevó hacia lo alto de las graderías. Allí esperaron hasta que todo se fue calmando. Dice Alberto que esa vez, su hermano le salvó la vida a él. Ahora era Alberto el que se la había salvado a César. Tomó la dura decisión de no volver a trabajar con su hermano. No era la primera vez que se presentaban problemas con él a causa del licor. Decidió entonces Alberto retirarse del trío de Carlos Andrade. A principios de 1944, César moriría de una cirrosis, luego de tomarse un vinito en una reunión familiar.

El gran Carlos Andrade también tuvo un temprano y trágico final. El y su esposa fallecieron en 1945. El murió a causa de una tuberculosis, y su señora que se encontraba en embarazo del primer hijo que tendría con Carlos, en un arranque de desespero por la prematura muerte del músico, se arrojó desde un bus en movimiento falleciendo ella y la criaturita.

Puede apreciarse entonces que en estos años de 1940 a 1943, Alberto empezó a tener una actividad importante, aunque  algo dispersa, como cantante. Hizo parte en esos años del trío  “Carlos Andrade y sus muchachos”,  participaba también como cantante del conjunto de Roberto de Moya y de la orquesta Emisoras Unidas de Pedro Biava, y no  olvidemos tampoco, la experiencia en la emisora “El Ranchito”

domingo, 3 de octubre de 2010

Josephine Baker

Josephine Baker fue un verdadero prodigio en la Europa de los años veintes, treintas y cuarentas del siglo XX. Aunque también era cantante y actriz, su principal arte fue el baile. Pero no el baile clásico, ni el ballet; sino el negro, el exótico, el de cabarets y salones de diversión. Un fenómeno como ella no se había presentado antes en el mundo occidental. Basta decir que fue la primera mujer negra que se convirtió en una estrella internacional del espectáculo.
Nació Josephine en los Estados Unidos en el año de 1906. Los ancestros de su madre eran  indígenas de los Apalaches y  esclavos negros de Carolina del sur. Talvez debido a ello, tenía una fisonomía sumamente peculiar. Su cabeza muy ovalada semejaba  una escultura antigua; en su cuerpo plenamente esbelto resaltaban  sus alargadas piernas. Como escribió alguna vez la revista “Dance Magazine”,  su “geometría” era perfecta para un entusiasta del cubismo o del Arte Deco.

La infancia de Josephine estuvo llena de dificultades afectivas y económicas. Su padre abandonó muy pronto la familia, por lo que su madre se dedicó a lavar ropa, mientras la niña y sus hermanitos permanecían en una habitación remendada con cartón y plástico. A los quince años se vincula como corista-bailarina en una muy exitosa comedia musical que se presentó durante todo un año en los sectores negros de Nueva York. Allí atrajo la atención del público  por su gallarda figura y sus largas piernas, así como por las improvisaciones tan cómicas que realizaba, al representar con gran destreza a una corista, que situada en la última fila del coro, era demasiado tonta para recordar las palabras que debía cantar, y demasiado descoordinada para mantenerse al paso de sus compañeras.
En 1925, Josephine Baker decide aceptar la oferta de irse a trabajar a París con una compañía de variedades dedicada a presentar música y bailes negros. En Francia cambia completa e inesperadamente la vida de la futura estrella. Decide presentar un baile en donde actuaba con muy poca vestimenta, con una pequeña falda formada de bananos. Inmediatamente esto es visto por el público parisino, como un espectáculo emocionante, en donde la exótica belleza negra se exhibe tal como es, contrastando con ese ambiente europeo tan refinado. Ese fue tal vez el gran acierto en ese período de su vida. Se le empezó a invitar a muchos  círculos de la capital francesa; todos los ojos estaban puestos sobre ella. Grandes artistas e intelectuales, principalmente de izquierda, se le fueron acercando. Posó para los fotógrafos y pintores más renombrados de la Europa de esos años. Pablo Picasso, la describió así: “Esbelta, piel café, ojos de ébano, piernas del paraíso, y una sonrisa para acabar con todas las sonrisas”. Ernest Hemingway, el gran escritor estadounidense,  pensaba que ella era “la mujer más hermosa que existía, que había existido y que existirá”. Otros intelectuales con los que compartió en esos primeros años fueron el escritor italiano Luigi Pirandello, el arquitecto Le Corbusier, el escritor francés Jean Cocteau, el pintor y   grabador francés Georges Roualt, y otros más.
Un crítico francés escribió alguna vez sobre la actuación que había presenciado de la bailarina de la falda de bananos: “¿Es un hombre?, ¿Es una mujer? Sus labios llevan pintura negra, su piel es color banano, su cabello, ya corto de por sí, está pegado a su cabeza, como si fuera hecho de caviar, su voz tiene un tono muy alto, ella se sacude continuamente y se mueve como una serpiente; el sonido de la orquesta parece que saliera de ella.”
A manera de anécdota, cuando el escritor- filósofo antioqueño Fernando González estuvo de cónsul en Génova, acudió con su esposa Margarita a una presentación de Josephine Baker. En una carta que en marzo de 1932 le envió a su suegro, el ex -presidente colombiano Carlos E. Restrepo, le comenta así su experiencia: “Anoche fuimos a ver a Josefina Baker. Una negra con nalgas poderosas; el que tuviera el cerebro tan desarrollado, como tiene las nalgas esta negra… A mí no me gustó, pero Margarita si quedó descrestada”. Tal parece que a Fernando González sólo le impactaron las “nalgas poderosas” de la bailarina. Como se verá un poco más adelante, Josephine era mucho más que únicamente su cuerpo.
Cuando se inició la segunda guerra mundial, se fue produciendo un cambio dramático en la vida de Josephine Baker. Al invadir a Bélgica el ejército nazi, la bailarina decidió enrolarse como enfermera de refugiados en la Cruz Roja, y luego cuando Hitler invadió a la misma Francia, Josephine se alistó en la llamada Resistencia Francesa, un movimiento clandestino para luchar contra las fuerzas de ocupación alemanas. Estaba encargada de transmitir información militar a un capitán francés, escondiéndola bajo sus ropas. Ella aprovechaba que, como era un  personaje del mundo musical, los alemanes le permitían desplazarse con relativa facilidad.


En octubre de 1940 empieza una complicada temporada de viajes desde Londres, hasta Pau en el sur de Francia, y de allí  a España y Portugal, y finalmente a Sur América, llegando a Rio de Janeiro a finales del mes de noviembre. En diciembre de ese año está de regreso en Marsella- Francia en donde actúa  en una opereta, La Cróle de Offenbach, talvez la única que cantó en su vida.
En los dos últimos años de la guerra, se dedicó, por medio de sus presentaciones, a animar  las tropas aliadas en el Norte de Africa y en el Medio Este; ya pertenecía  como auxiliar a las fuerzas de Francia Libre. Al terminar las hostilidades el presidente del país, Charles de Gaulle, le concedió las distinciones de La Cruz de Guerra y La Legión de Honor por los servicios prestados a la república francesa.

En 1951 hace un viaje a los Estados Unidos. Al negársele atención, debido al color de su piel, en el  exclusivo  Stork Club de Nueva York empieza otro período de luchas; esta vez contra la discriminación racial en su país natal. Recordó Josephine a raíz de este incidente que tuvo en el lujoso club, cómo una vez a principios de los años treintas, mientras comía en un elegante restaurante parisino, una dama norteamericana que también estaba allí, llamó al jefe de meseros para exigirle, que “saque esa negra de  aquí; en mi país ella debería estar en la cocina”. No sabía la señora racista, que en Europa, la situación era completamente diferente a la de su país.
Josephine se dedica entonces a combatir el racismo en los Estados Unidos. Hace denuncias y emprende acciones de resistencia pasiva, contra la segregación o separación de negros y blancos. Por este motivo es acusada de comunista, y la CIA, central de inteligencia de ese país, abre un expediente para investigarla. En una declaración que hace en 1952, dice que “Los Estados Unidos no son un país libre. Tratan a los negros como si fueran perros”. En 1963, participa como oradora en la famosa Marcha de Washington al lado de Martin Luther King. Al año siguiente, invitada por su amigo Fidel Castro, viaja a La Habana en donde además de realizar varias presentaciones, graba uno de sus últimos discos, con varias canciones en español.

Desde el año 1954 hasta 1965, Josephine adoptó doce niños y niñas de diferentes razas y nacionalidades. Su objetivo era mostrar que realmente es posible la convivencia en paz de todas las razas y culturas por diferentes que ellas sean. En 1969 los recursos económicos de la bailarina se estaban extinguiendo, y parecía ya imposible seguir sosteniendo una familia tan numerosa. Por fortuna la ayuda económica de la Princesa Grace de Mónaco, le permitió  continuar reunida con todos sus hijos adoptivos.

Describiéndose a sí misma Josephine Baker, dijo al final de sus días: “Realmente yo nunca he sido una gran artista. He sido un ser humano que ha amado el arte, que no es lo mismo. Pero tanto he amado y creído en el arte y en la idea de la hermandad universal, que he puesto todo lo que tengo en ello, y he sido bendecida.”
Finalmente, dijo que nunca se sintió amedrentada por nadie.”No me ha intimidado nadie. Cada uno tiene dos brazos, dos piernas, un estómago y una cabeza. Piense en eso.”
Después de esta corta excursión por fuera de Colombia, regresemos apuradamente a la Barranquilla de 1940. En una ocasión a finales de ese año, Rafael Roncallo invitó a Carlos Andrade y Alberto González a un evento muy especial, y muy costoso. Se trataba de tomarse unos “traguitos” en un cabaret en donde  iba a presentarse una bailarina muy famosa internacionalmente, de nombre Josefina. En todo el mundo se le conocía como Josephine Baker. Esta bailarina  venía del sur del continente, estaba de paso por Barranquilla, y  tenía que viajar muy pronto a Francia en donde estaba comprometida para actuar en Marsella en una opereta de Offenbach. Alberto en ese año era todavía muy joven; acababa de cumplir los dieciocho años de edad. Al principio ni siquiera se  permitió que le sirvieran licor, pero la influencia de Roncallo, que era todo un personaje en la ciudad, logró que le llevaran un “wiskicito”. Josephine iba a actuar sólo en una canción; el resto de la noche, la rellenaban con otros músicos. El show grande era obviamente la presentación de la estrella internacional. Cuando salió la bailarina al escenario sonaron atronadores aplausos y gritos de saludo.



Empezó la orquesta a tocar cierta canción antillana, una especie de rumba cubana y Josephine en toda su plenitud, empezó a mecerse, llevando maravillosamente el ritmo de la rumba que se entonaba. Todos los ojos estaban fijos en ese “cuerpo como de palmera”. En medio de las luces de colores cambiantes del cabaret, la “perla negra” mostraba por qué se le consideraba la mejor bailarina del mundo.

De pronto a Carlos Andrade, se le ocurrió una idea que podía parecer una locura completa y desastrosa. Una idea que podía llevar al más grande de los triunfos, o igualmente al más ruinoso de los fracasos. Como él conocía muy bien a Alberto, mirándolo  de reojo, le hizo señas para que saliera a acompañar a la bailarina. Ahí mismo salió Alberto derecho hacia el escenario; mientras se desplazaba hacia allí, miró brevemente  a Roncallo, tratando de encontrar en la mirada de éste, la aprobación o no, del acto casi sacrílego que iba a realizar. Y al llegar al tablado empezó decididamente  a bailar como acompañante de Josephine. En los primeros instantes él esperaba que fuera a venir alguien de la administración del cabaret a retirarlo de malas maneras por lo que estaba haciendo, o que la misma bailarina interrumpiera su actuación, protestando por la presencia de aquel extraño acompañante. Pero lo más sorprendente ocurrió; se acompasó él tan perfectamente a la danza de Josephine, le tomaba el traje, como se acostumbra en ese tipo de baile, se le mostraba ya por un lado, ya por el otro, y en fin realizaba tan bien todos los movimientos que debía hacer, que la magnífica Josephine aceptó que el jovencito aquel continuara a su lado danzando. El público, valorando plenamente el suceso que había ocurrido, empezó a aplaudir con entusiasmo a los bailarines. Al finalizar la actuación todo fueron ovaciones para la gran Josephine que había consentido una compañía como la del joven barranquillero, y para éste por lo bien que lo había hecho, al lado de ese portento del baile.

Quedó tan satisfecha Josephine con la forma como había resultado su actuación, que le pidió al que manejaba el cabaret, que para la siguiente y última presentación que haría dos días después, le hablaran al joven para que la volviera a acompañar. En la prensa del domingo, que era el día de su despedida, salió un aviso invitando al público a disfrutar el baile de la famosa Josephine Baker, y se mencionaba en él, que iba a estar acompañada del bailarín profesional Johnny Alberto González. El administrador del negocio le agregó el “Jhonny” para que fuera más “artístico” y llamativo el nombre. Ese día regresó entonces Alberto al cabaret, pero esta vez no como cliente, sino como bailarín. Le pusieron un pantalón negro, una faja, a manera de ancho cinturón, de color rojo intenso, y una camisa de banca seda de mangas largas bombachas. Nuevamente el baile salió como la primera vez; el triunfo, una vez más, fue completo.

Sólo al cabo del tiempo, casi sesenta y cinco largos años, Alberto aprecia plenamente las dos presentaciones que hizo con la más famosa bailarina del mundo. En aquel momento lo tomó simplemente como una locura de juventud. Una anécdota más.