domingo, 3 de octubre de 2010

Tríos y más tríos

A principios de 1940, Alberto González conoció a dos músicos aficionados, Carlos Pirela, comerciante y guitarrista, y Hernando Guzmán, contador y guitarrista. Decidieron formar un trío por el puro placer musical, sin ninguna otra pretensión. Montaron en ensayos varias canciones, pero no llegaron a presentarse nunca  en público. Este fue el primer conjunto al que perteneció Alberto González y fue, por lo tanto, una experiencia muy importante en su vida artística. Allí empezó a darse cuenta  cómo debía coordinar su voz con la de los demás  integrantes y cómo medirse para entrar en el momento preciso con las guitarras acompañantes.

Poco tiempo después, en ese mismo año de 1940, Alberto fue llamado por su hermano medio César, para que se unieran a Carlos Andrade, un músico algo veterano, guitarrista y compositor, que quería formar un trío. Nació así “Carlos Andrade y Sus Muchachos”.  En ese tiempo Rafael Roncallo era un personaje muy conocido en Barranquilla. Cierto tiempo después, cuando llegó a ser alcalde de la ciudad, alguien lo describía así: “Rafael Roncallo era de doble ancho,  una cosa impresionantemente gorda y gruesa y alcalde, jocundo, compositor, bohemio; tu lo conociste, yo también, y todo el mundo… era una fantasía.”. Como el trío de Carlos Andrade tocaba   muchos boleros y algunas composiciones de Miguel Matamoros, Roncallo lo llamaba para que le animara sus  frecuentes reuniones y veladas.

Al decir de Alberto, “Carlos Andrade era un berraco”. Tocaba la guitarra con gran destreza y tenía un “tumbao”, un ritmo para interpretar canciones cubanas, que no era fácil encontrar  en la ciudad a alguien como él. Compuso Carlos varias piezas. Una de ellas se titulaba “El adiós del negro” y aunque nunca fue grabada, sí la interpretó mucho el trío en Barranquilla, y posteriormente en Medellín, a finales de los años cuarentas y principios de los cincuentas, era muy solicitada a Los Romanceros en reuniones y fiestas. Cuando Roncallo la escuchó la primera vez se quedó sorprendido, y frecuentemente le pedía al trío de Carlos Andrade que se la cantaran. Esta obra era un “bambuco costeño”, muy diferente al bambuco del interior, y se cantaba con el acento y el ritmo que tiene un “negro palenquero”  al hablar. Algunas estrofas de ella, son estas:

Adió mujee que me diite/  el icaco de tu boca/ y con la pasión má loca/ dormí en tu pecho que me diite/ No me quiereej ya queree/ ayyy mujee/ el llanto me vuevve loco/ y el doló me vuevve triite/ No tiene maj agua  un coco/ quel llanto que tu me diite/no me quiereej ya queré/ ayyy mujee/

Para entender mejor la analogía que se utiliza en este bambuco, debe saberse que el icaco es una fruta,  colorada o púrpura oscura, muy llamativa.

Otra canción que compuso Carlos fue el bolero “Leonor”, que dice así en sus primeras líneas:
Aunque tarde en la  vida te conocí/ has hecho que todo cambiara para mí/ Con todos tus encantos y todo tu candor/ te has robado mi alma, linda Leonor/.

También fue obra del mismo compositor el porro “La niña”, que tiene un versito muy pegajoso, que dice así:

La niña quiere que yo la quiera/ pero no quiere la niña/ que yo la siente en mis piernas/
Cuando Rafael Roncallo, escuchó esta pieza le pidió a Carlos que se la regalara, que él quería aparecer como su compositor; así lo aceptó el guitarrista, y Rafael aparece desde entonces como su creador. Algo parecido ocurrió con el bolero titulado “Corazón”. Roncallo, escribió un poco de la letra, y Carlos Andrade la completó y le puso la música. Esta quedó también oficialmente compuesta por Rafael. Debe mencionarse que en el trío se vivía una amistad con Rafael Roncallo. Al entregar Andrade algunas de sus composiciones no lo hacía ni engañado, ni presionado, sino porque quería obsequiarlas.

Estas dos últimas canciones mencionadas “La niña” y “Corazón”, fueron grabadas posteriormente por la “Emisora Atlántico Jazz Band”, una agrupación que interpretaba magistralmente muchas clases de música, entre ellas algunas provenientes de los Estados Unidos. El director de la agrupación era Guido Perla, y la mayoría de los arreglos los hacía Francisco de Asís Galán, después conocido como el maestro Pacho Galán. Este conjunto, fue la continuación de la célebre Orquesta  Sosa, primera orquesta de música caribe que tuvo Barranquilla por allá a mediados de los años treintas. Esta agrupación tras la muerte de su fundador, el músico santandereano Luis F. Sosa, pasó a ser dirigida por Guido Perla en 1940, adoptando al mismo tiempo, su nuevo nombre de “Emisora Atlántico Jazz Band”.

Puede apreciarse pues la estrecha relación que tenía Rafael Roncallo con Carlos Andrade y sus dos compañeros Alberto y César. En su apartamento, y acompañado de sus amigos, Roncallo pasaba agradables ratos en ese entorno particularmente romántico. Las boas que reptaban por la vivienda y que él mismo alimentaba durante la velada, mientras todos disfrutaban de la buena música, producían un ambiente muy particular, casi surrealista El único gran pero, era que a sus músicos él no acostumbraba pagarles nada, sino que les daba trago y algunos pasanticos o picadas. De esta manera Alberto González se fue formando en la música, aunque no viviera de ella.

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